Para este inquilino del bosque, la luz es más sinónimo de show y espectáculo que de claridad y orientación

José David Guevara Muñoz

Digo otro porque la planta de este artículo no tiene relación con el enorme higuerón de la novela El árbol enfermo, que el escritor y educador costarricense Carlos Gagini (1865-1925) publicó en 1918.

Viejo y con un tronco gris lleno de estrías. Así es el gigante que Gagini utilizó como analogía para referirse a las conflictivas relaciones entre Costa Rica y Estados Unidos.

En cambio, el árbol de estas líneas es adulto pero no anciano, aunque sí alto y corpulento.

Asimismo, está lleno de chicharras pues es adicto a hacer bulla. Le gustan el ruido y la charanga. Tiene espíritu de cimarrona y carnaval. Hay días en los que resulta ensordecedor.

En sus ramas y follaje abundan también las luciérnagas y carbuncos, pues le resulta irresistible la pirotecnia de las luces. Para este árbol, la luz es más sinónimo de show y espectáculo que de claridad y orientación.

Destacan las (hormigas) rojas que traban con las mandíbulas, clavan el aguijón trasero, inyectan veneno y levantan roncha“.

Cientos de mariposas se posan sobre sus bejucos, nidos y parásitas; perfectas aliadas de este inquilino del bosque que se deleita con los aleteos de colores. Algunos de estos insectos llaman la atención por el apetito de sus bocas chupadoras, característica que distingue a los lepidópteros.

En el tronco de este gigante hay espacio para nidos de abejas. No podía ser de otra manera tratándose de un árbol que suele excederse con las mieles del ego y el triunfalismo. ¡Se la pasa autoendulzándose! Demasiado empalagoso. “¿Qué necesidad tiene de actuar así?”, se preguntan cedros, pochotes y malinches.

Miles de hormigas pasean apresuradas por la corteza. Destacan las rojas que traban con las mandíbulas, clavan el aguijón trasero, inyectan veneno y levantan roncha; ojalá en algún momento sean mayoría las zompopas que se enfocan en cortar y cargar trozos de hojas en aras de que haya alimento para todas.

“… ‘se está yendo en vicio’ pues no está dando los frutos de peso que realmente se necesitan y esperan”.

Abundan también las arañas, las cuales no cesan de tejer pues a este árbol lo vuelven loco las redes…

¡Un momento! Hay algo que no calza en esta historia. ¿Quién dice que una planta tan llena de vida es un árbol enfermo?

Lo que pasa es que si bien este árbol aparenta gozar de buena salud -lo cual no es del todo cierto, pero tampoco del todo falso-, en realidad, y como dicen los campesinos, “se está yendo en vicio” pues hasta ahora no ha dado señales de proveer los frutos de peso que realmente se necesitan y esperan.

No es la primera vez que uno de estos gigantes queda debiendo -¡el bosque lo sabe!-, pero el nivel de expectativas que generó al germinar y crecer se ha traducido hasta ahora más en hojas y flores que en señales esperanzadoras de una cosecha carnosa y jugosa, eso que llaman sustancia. Al fin y al cabo, y como dice el Evangelio, “por sus frutos los conoceréis”.

En tanto eso no se revierta -¡ojalá suceda!-, podrá ser visto como el otro árbol enfermo; no el de la novela de 1918, sino el del cuento actual…

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente