El que no tuvo cara para llegar a la cita fue el presidente Ortega, quien inició su ensangrentado postgrado en tiranía en abril del 2018 y que aún no termina de perfeccionar

Por Pedro Rafael Gutiérrez Doña

La más reciente reunión de La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), donde 17 líderes de los países miembros se unieron junto al presidente de México Andrés Manuel López Obrador, no llegó a concluir con el peso que esperábamos, sino que enturbió aún más la ya contaminada atmósfera del continente americano. 

La sola presencia del que no fuera invitado a la cita, Nicolás Maduro, de Venezuela y haciendo sombra a este, la nefasta participación del fantoche cubano Díaz-Canel, fue la más clara representación de la antítesis de la democracia y de los derechos humanos en los últimos 62 años en América. 

Ambos personajes son palillones de interminables violaciones a los derechos humanos en sus países, los más recientes acaecidos en la isla cubana donde a base de plomo y palo, reprimieron y  mantienen a flote por la fuerza,  la mayor estafa socialista del siglo XXI. 

Por otro lado, los asesinatos por fuerzas militares y paramilitares, desapariciones, torturas, saqueo de oro y vínculos abiertos con el narcotráfico entre otros de sus méritos, adornaban la solapa del enorme balandrán que cubría la integridad de Nicolás Maduro. 

Aquí vale recordar a Juan Guaidó, un personaje sui géneris reconocido por más de 30 países como “Presidente” de Venezuela; su participación quedó resumida en Twitter, opacada por la bota militar. No figuró en esta ocasión ni en los chismes de pasillos del hermoso Palacio Nacional.

El que no tuvo cara para llegar a la cita fue el presidente Ortega, a quien sus méritos en la cátedra sandino/comunista lo tienen abrumado al haber iniciado su ensangrentado postgrado en tiranía en abril del 2018 y que aún no termina de perfeccionar, encarcelando a todos sus detractores como ejercicios constantes en materia de represión.

Los temas calientes en el bufé internacional fueron la pandemia causada por el covid-19, el cambio climático y el eterno problema de la falta de recursos económicos en la región, temas fundamentales para seguir flotando en las aguas del eterno subdesarrollo.

“No logro entender cómo el presidente Carlos Alvarado, en representación de la patria costarricense, pueda compartir mesa con delincuentes políticos de ese tamaño”.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña, periodista.

Los principales responsables de gran parte del cambio climático se lavarán una vez más las manos para evadir sus responsabilidades como causantes de esta realidad y manejarán sus recursos financieros como lo han hecho hasta la fecha.

Las propuestas para incentivar la lucha en contra de la pandemia se verán opacadas por grupos anarquistas anti-vacuna de historia reciente, quienes serán los responsables directos de tener este problema por el resto de nuestros días, a menos hasta que la vacuna sea obligatoria.

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, lo dijo en una oportunidad, estas reuniones multilaterales son un gasto millonario de recursos y los frutos de las mismas no logran madurar, cayendo en un círculo vicioso que ha llevado a la OEA al borde de la muerte, queriéndola resucitar ahora con un nuevo perfil: la CELAC.

Los números romanos ya no dan abasto para enumerar la cantidad de reuniones que han realizado estos políticos, muchos de ellos responsables de graves represiones y muertes a sus connacionales y que ya deberían haber sido juzgados y estar purgando una condena.

Es decepcionante saber que en la misma mesa donde se enarbolan principios multilaterales de igualdad, seguridad, democracia y derechos humanos firmados en tablas de piedra en la ONU, se sientan ataviados de máscaras sonrientes personajes y gobiernos responsables de delitos de lesa humanidad. 

No logro entender cómo el presidente Carlos Alvarado, en representación de la patria costarricense, pueda compartir mesa con delincuentes políticos de ese tamaño, no logro saber qué hace de los principios que una vez hicieron grande a Costa Rica; el honor, el trabajo, la familia, la democracia, cuando comparte con enemigos de estos valores y deja a un lado la vergüenza.  

Una vez más se cumple aquel principio que nos dice que la hipocresía, es parte de la diplomacia.  No es la primera vez que el traidor Judas comparte las viandas con los demás en la mesa; la diferencia es que hoy su herencia se mantiene clonada en la comunidad internacional y no podemos olvidar, a pesar de los abrazos y sonrisas de la foto oficial, que hemos sido víctimas de una larga traición.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña es periodista.