El árbol está enfermo y requiere de tratamientos serios, pero no está podrido, descompuesto o gusaniento desde la raíz hasta la copa

Con cierta frecuencia los costarricenses nos enfrentamos a la cruda realidad de que ese árbol llamado Costa Rica, en cuyos brazos de madera vivimos más de 5 millones de personas, no es tan sano y robusto como luce o imaginamos.

El viento de las noticias sacude el follaje de la rutina y la luz que se cuela a través de la copa nos permite apreciar hongos, plagas, enfermedades, infecciones, manchas, alimañas y otros problemas cuya gravedad desconocíamos.

Nos percatamos del lamentable estado en que se encuentran algunas raíces, determinado sector del tronco, diversas ramas, unas cuantas hojas, varias flores y ciertos frutos.

Suele ocurrir que el desánimo e indignación general nos empañan tanto la vista que resulta fácil caer en la tentación de creer que todo está podrido, incluidos nidos, bejucos, panales, orquídeas, hormigas, arañas, lagartijas, musgo…

Es en esos momentos en que se hace necesaria una actitud serena y racional que nos permita estudiar el árbol y tratar de analizarlo con el menor ruido posible de pasiones y alarmismos.

Sin embargo, permitimos que nos arrastre la ola de la histeria colectiva y entonces una vez más germinan y crecen las semillas del “¡todo está perdido!”, “Costa Rica se nos fue de las manos”, “no hay un solo político honesto”, “todos los funcionarios públicos y los empresarios son corruptos”, “no hay en quién creer”, “no se puede confiar en nadie”…

Terreno fértil, claro está, para los leñadores oportunistas que nos invitan a correr en busca del hacha, la motosierra, la sierra de cortar entre dos y la maquinaria pesada para la tala de árboles.

Seamos cautos, pues las hogueras se nos pueden salir de control. ¿O acaso la idea es que nos quememos todos?

El llamado populista e irresponsable de esos personajes calculadores que se ponen de moda en tiempos de campaña electoral, es a cortar de raíz y arrancar de cuajo para que luego ellos -únicos mesías capaces de salvar a Costa Rica- cultiven, abonen, rieguen y cuiden la simiente de la honestidad absoluta.

Para esos aprovechados que se visten de inmaculados no se trata de podar o curar, sino de derribar y quemar. Me pregunto, cada vez que escucho a alguien hablando así, ¿y cuáles son los frutos concretos, no las poses ni los discursos, que usted ha producido para nuestro país?

“Río revuelto, ganancia de pescadores”, dice el refrán popular, que bien vale parafrasear: “Árbol enfermo, ganancia de demagogos”.

Sí, el árbol está enfermo y requiere de tratamientos serios, pero no está podrido, descompuesto o gusaniento desde la raíz hasta la copa. Por lo tanto, tengamos cuidado en no excedernos, extralimitarnos y terminar cortando un país que aún vale mucho la pena.

¡Nadie, en su sano juicio, se corta la cabeza porque tiene gangrenado un dedo, le detectaron un cáncer o tiene una seria lesión en la columna vertebral!

Seamos cautos, pues las hogueras se nos pueden salir de control. ¿O acaso la idea es que nos quememos todos?

Exijamos cuentas y justicia, pero con mesura, sin caer en los juegos de los extremistas.

¿Qué ganamos con talar al país?

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación