Personajes de este relato real: un anciano que pide ayuda, dos muchachos que se burlan de él, un adulto que interviene y un testigo que comparte los hechos

Este incidente tuvo lugar el sábado pasado en uno de los baños del segundo piso de Plaza Lincoln…

Un anciano se sintió impotente ante los lavatorios. No sabía cómo funcionaban, cómo abrirlos para que corriera el agua. Entonces preguntó, pidió ayuda.

Dos muchachos optaron por burlarse de él.

“Claro, ¿qué va a saber usted de esto si en su época se lavaba las manos en el río, jajaja”, dijo uno de ellos.

“Oiga abuelo, si quiere le ayudamos a buscar una quebrada que pase cerca de aquí”, se mofó el otro.

Estaba a punto de intervenir cuando un hombre alto y fornido, de unos cincuenta años, encaró a los guasones.

“Vean hijueeeeeeputas, algún día ustedes van a ser ancianos y no va a gustarles que se burlen de ustedes, así que sí no pueden ayudar mejor cierren el hocico y no hablen mierda”.

A los chistosos se les apagó la risa y salieron del baño con el rabo entre las piernas.

El abuelo aprendió a usar los lavatorios.

Fin de esta historia sin moraleja. ¿Por qué así? Para que cada lector se sienta en libertad de sacar sus propias conclusiones, deducir lecciones, o, simple y sencillamente, limitarse a leer el relato sin extraer enseñanzas; que cada quien reaccione como quiera.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista
Asesor en comunicación