Aprendemos con todo el cuerpo, en múltiples medios a la vez, y con otras personas de distintas edades

Virginia Aguilar Barquero

Vivimos en un mundo transmedia en el que podemos estar viendo una película en el cine o la televisión,  al mismo tiempo que buscamos datos interesantes de ésta en Internet, descargamos el juego basado en la película, o compartimos spoilers en nuestras redes sociales.

El concepto transmedia fue popularizado en los años 90 para describir la relación de consumo que podría desarrollarse entre diversas plataformas, como la televisión, el cine, y los videojuegos.

Más adelante, el concepto fue expandido a “narrativa transmedia” por Henry Jenkins, como elemento central de la Cultura de la convergencia (2006): historias que convergen en múltiples plataformas mediáticas, y donde cada medio contribuye a nuestra comprensión del mundo.

En la narrativa transmedia, las personas nos convertimos en curadoras de contenidos. Es decir, ya no somos sólo consumidoras pasivas o sólo productoras de contenido, somos las dos cosas a la vez, en múltiples medios y formatos. Un concepto que el sociólogo estadunidense Alvin Toffler acuñó como persona “prosumidora”.

A pesar de su reciente conceptualización, es debatible pensar que la prosumisión y la transmedia son algo propio de la era digital.

Desde la época en que nuestros ancestros vivían en cavernas, el ser humano aprende y se comunica a través de narrativas que se compartían con múltiples sentidos (vista, tacto, olfato, oído) y en medios diversos (con barro, piedra, música, danza). Con el tiempo, estas narrativas se enriquecieron y transformaron al entrar en contacto con otras culturas y cosmovisiones.

El mundo transmedia nos expone a otras narrativas que podrían expandir o transformar nuestros intereses, habilidades y conocimientos.  

Las narrativas transmedia que ocurren a nuestro alrededor nos refuerzan la desconexión que vivimos entre la manera natural de aprender de los seres humanos y los sistemas educativos formales que hemos (sobre)vivido en los últimos siglos.

¿Cómo enfrentan los sistemas educativos un mundo transmedia? ¿Están aprovechando las habilidades y estrategias de aprendizaje que desarrollan nuestras niñas, niños y jóvenes interactuando en múltiples medios digitales y analógicos?… porque sí, transmedia también es el juguete o la caja de cereal con código QR que expande la narrativa entre lo físico y lo virtual.

Para ir acortando esta desconexión, existen claves naturales que podemos tomar en cuenta para el aprendizaje en un mundo transmedia:

  1. No es un tema de “nativos digitales”. Es cierto que, en la era digital, existen personas que podrían tener mayor fluidez en el uso de los medios, pero esto no les hace automáticamente capaces de participar en la narrativa transmedia de manera constructiva o para propiciar aprendizajes. En múltiples investigaciones educativas se evidencia que, jóvenes y no tan jóvenes, utilizan sus dispositivos móviles y las redes sociales con mucho éxito en su ámbito personal, para consumir y crear contenidos interesantes. Sin embargo, esto no es igual cuando se trata de aprovechar esos mismos medios para transcender del ocio hacia el aprendizaje, de manera encausada. Por lo tanto, las habilidades que no vincularíamos directamente con lo transmedia (como la lectoescritura, la comprensión lectora y la autonomía) siguen siendo la base para poder construir narrativas que propicien conexiones profundas, y en las que podamos reflexionar sobre lo que se aprende y sobre cómo se aprende con los medios. 
  2. Orden en el caos. Para construir aprendizajes en un mundo transmedia es necesario desarrollar la habilidad de discriminar, en el excedente cognitivo que vivimos, cuáles son contenidos valiosos, productivos y eficaces para el aprendizaje. Tener la capacidad no sólo de curar o discernir cuáles contenidos, sino también la habilidad de procesarlos y remezclarlos para crear nuevas narrativas que añadan valor a nuestras vidas; romper el ruido de información para crear conocimiento.
  3. Diversidad narrativa. Aprendemos con todo el cuerpo, en múltiples medios a la vez, y con otras personas de distintas edades. El mundo transmedia nos permite gestar espacios que motiven no sólo escuchar o leer, sino también dibujar, ver, tocar, moverse. Espacios de reflexión individual y de colaboración con pares, así como la interacción con personas de contextos y edades diferentes. Facilita recursos de aprendizaje en formatos diversos, y con distintos niveles de profundidad y complejidad sobre las narrativas que nos interesan. De esta manera, el mundo transmedia nos expone a otras narrativas que podrían expandir o transformar nuestros intereses, habilidades y conocimientos.  

Virginia Aguilar Barquero cuenta con formación y experiencia en las áreas de Biología, docencia e investigación científica. Actualmente, se desempeña como directora del Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Castro Carazo.