Tres recomendaciones para facilitar la incorporación de un lenguaje no sexista en nuestra cotidianidad

(*) Por Arianna Ortiz Solano

Podría enumerar muchas razones que justifiquen la urgencia de eliminar el lenguaje sexista de nuestro vocabulario.

La Dra. Laura Guzmán en su escrito Guía breve para el uso no sexista del lenguaje (2004) aporta un dato muy relevante a nivel nacional: “las mujeres son el 51% de la población. Esto quiere decir que la sociedad está compuesta por, aproximadamente, igual número de mujeres que de hombres”.

Aun con esta cifra, seguimos escuchando al equipo docente decir niños, los jefes o los diputados. Los ejemplos son muchos y, lamentablemente, nos encontramos en una zona de comodidad que nos impide cuestionar la reproducción de la discriminación y el machismo por medio del lenguaje.

Cuando hacemos referencia al lenguaje inclusivo, de respeto verbal, no sexista o no discriminatorio, incluimos diferenciar entre hombres y mujeres, así como grupos sociales minoritarios con distintas características y condiciones (Rojas & Rojas, 2015).

Sin embargo, en este momento, nos vamos a centrar en el uso del lenguaje inclusivo no sexista, el cual apuesta a la eliminación de la discriminación de sexo. Esto implica que, cuando hablamos y escribimos debemos nombrar hombres y mujeres cuando la situación así lo amerite. Requiere agregar más palabras o elegir palabras inclusivas (Guzmán, 2004). Veamos un ejemplo:

  • Lenguaje sexista: Todos debemos clasificar la basura que producimos en nuestras casas.
  • Lenguaje no sexista: Todas las personas debemos clasificar la basura que producimos en nuestras casas.

En el idioma castellano, la mayoría de personas reconocemos, exclusivamente, el lenguaje masculino que sobrevalora al hombre.

Es muy común leer y escuchar frases tales como los muchachos, los niños, los adultos, los profesionales, enunciados tanto por mujeres como por hombres.

No obstante, la plasticidad cerebral ha puesto en evidencia que las personas somos capaces de cambiar y aprender cosas nuevas. Dicho de otra forma, sí es posible aprender a utilizar lenguaje inclusivo independientemente de qué tan familiar nos sean palabras tales como personas adolescentes, niñez, ciudadanía o población adulta mayor.   

Ahora bien, las personas lectoras se podrían estar preguntando acerca de las razones por las cuales debemos incorporar el lenguaje inclusivo en la vida diaria. Si somos de las personas que queremos ser agentes de cambio, luchar por los derechos humanos y contribuir con prácticas respetuosas e inclusivas, replantear nuestra forma de hablar y de escribir es un primer gran paso.

“Elijamos construir un mundo más justo y pacífico a través del lenguaje”.

Visibilizar la presencia de las mujeres en textos y discursos es responsabilidad de todos y todas. Sabemos, además, que nuestras acciones influyen en otras personas, de manera tal que un cambio pequeño puede irse multiplicando, poco a poco, hasta lograr un mayor impacto.       

¿Cómo podemos acercarnos al lenguaje inclusivo? Acá les comparto tres recomendaciones para facilitar su incorporación en nuestra cotidianidad.

  • Reconocer y tomar conciencia de la forma en la hablamos y escribimos: volver a leer nuestros textos o escucharnos cuando hablamos para darnos cuenta qué tan frecuente utilizamos un lenguaje masculinizado. Por ejemplo, podemos empezar por revisar la forma en la que escribimos los correos electrónicos, “estimados compañeros” o “muchas gracias a todos por su atención”. ¿Les suena conocido?
  • Identificar el uso discriminatorio del lenguaje en otras instancias: podemos preguntarnos ¿acaso ese titular del periódico se pudo haber escrito diferente? Hagamos el ejercicio de leer con lupa lo que escriben los diferentes medios de comunicación y de escuchar con atención la manera en que las personas se dirigen a un grupo integrado por hombres y mujeres. Analicemos con criticidad aquello que nos rodea.
  • Participar en actividades inclusivas: existen distintas organizaciones interesadas en promover capacitaciones y espacios de reflexión sobre el lenguaje inclusivo. Aprovechemos estas iniciativas, muchas de ellas gratuitas, para comprender la importancia de su uso y, al mismo tiempo, conocer estrategias para implementarlo. Practicar equivocarse, volver a practicar… hasta acostumbrarnos y percatarnos, un día cualquiera que, en lugar de decir profesores, pronunciamos, personal docente. 

Elijamos construir un mundo más justo y pacífico a través del lenguaje.

Nuestra forma de hablar y de escribir tienen el poder de ir transformándonos y trasformando los espacios que tenemos cerca.

Utilizar lenguaje no sexista permite no solo visibilizar a las mujeres sino también promover relaciones de respeto e igualdad entre quienes integramos la sociedad.  

Traslademos la inclusión a conversaciones casuales, a reuniones de trabajo y a mensajes que publicamos en redes sociales.

Las excusas se hacen pequeñas cuando existen múltiples escenarios en los que podemos practicar el uso del lenguaje inclusivo.

(*) La autora tiene una Licenciatura en Psicología por la Universidad de Costa Rica. Actualmente, es estudiante de la Maestría en Psicopedagogía de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología y se desempeña como Directora de Permanencia Estudiantil en la Universidad Castro Carazo.