Es importante establecer conexiones emocionales entre los niños y sus familiares. El afecto y la emoción son condiciones fundamentales para el aprendizaje.

Por Karen Acuña Picado (*)

En el contexto actual, estamos siendo conscientes de la dimensión de la incertidumbre en nuestra realidad. Es una sensación de inquietud, de desconcierto que ya existía en nuestras vidas en mayor o menor medida, aún antes de la pandemia. Pero claro, en esta nueva normalidad, es común que la incertidumbre se perciba más cercana y de formas más concretas.

En el caso de la educación, la crisis sanitaria que estamos viviendo ha hecho que esta se haya tenido que  trasladar de la escuela al hogar y del aula a la pantalla; las familias han debido asumir el papel de acompañantes del aprendizaje, rol anteriormente reservado para los docentes.

En particular, en el caso de niños y niñas, el aprendizaje en la pantalla se vuelve muy lejano, aumentando aún más la sensación de incertidumbre, tanto para los pequeños, como para las familias. Con estudiantes en edad preescolar y escolar que están aprendiendo en la casa, hay algunas condiciones necesarias para favorecer el aprendizaje en esos momentos, más allá de repetir el modelo tradicional de la educación en una pantalla.

Aprovechando el espacio de descanso que tenemos ahora, y en preparación para el siguiente año lectivo, las familias pueden ser socios en la creación de actividades que integren a todos los miembros de la familia. Esto por sí solo, hará rescatar la oportunidad de compartir y aprender al mismo tiempo.

En primer lugar es importante establecer conexiones emocionales entre los niños y sus familiares. El afecto y la emoción son condiciones fundamentales para el aprendizaje. Y eso implica no dejarse abrumar por la incertidumbre y tomar la decisión de hacer las cosas de manera diferente; de una forma intencionada para reducir los posibles escenarios de estrés a los que todos nos enfrentamos ahora.

Por ejemplo, podemos sentarnos junto con los niños y las niñas a planear. Empecemos por tomarlos en cuenta en las decisiones que vayamos a tomar. Preguntemos: ¿Qué les gustaría aprender? Esa respuesta, nos ayudará a decidir los momentos oportunos para hacer la actividad, materiales o espacios necesarios e incluso, podemos extender la invitación para que participen otros miembros de la familia.

“La idea es generar experiencias que permiten fortalecer su vínculo afectivo por medio de la conversación y escucha, la creatividad y la expresión transformando la incertidumbre, en aprendizaje”.

Karen Acuña Picado, Gestora Pedagógica de la Universidad Castro Carazo

Otra opción, es la elaboración de una obra de arte en la cocina (sí, en la cocina). Para pintar, en vez de usar pintura tradicional, necesitamos buscar condimentos de color amarillo o naranja, frutas de color fucsia como la pitaya o una hortaliza como la remolacha, alimentos que naturalmente desprenden líquidos llenos de pigmentos de color que podemos usar como pintura y también aprovechar su textura.

Por ejemplo, para inspirarnos podemos asomarnos por la ventana o abrir la puerta de la casa para empezar a crear en conjunto, siendo cómplices no solo de la creación de una pintura, sino de la creación de un espacio para conectar con la familia, aprender sobre colores y texturas, y también a construir en equipo.

Y crear un libro. Usualmente no somos conscientes del nivel de exposición a información que tienen los niños y las niñas. Encendemos la televisión, conversamos con otras personas, o ellos mismos tienen acceso a fuentes de información en línea, y capturan información que puede impactar sus pensamientos y como consecuencia, sus acciones.

Es por ello importante proponer la construcción de algún recurso que sea el espacio en donde vaciar nuestras ideas acerca de cómo nos ha hechos sentir la pandemia. En conjunto, podemos escoger materiales y espacios para hacerlo.

Podemos generar preguntas que inviten a aportar, como: ¿Qué es una pandemia? ¿Cómo te has sentido en estos meses? Si tuvieras el poder de cambiar algo, ¿qué sería? Estas respuestas las podemos ver en forma de dibujo, frases, recortes o fotografías. Por ejemplo, una pérdida concreta para los niños y niñas, es la posibilidad de compartir con sus amigos y amigas en receso. A partir de ahí, podemos plasmar en el libro posibles soluciones para comunicarse nuevamente y rescatar esos valiosos espacios que les permitían aprender y desarrollar habilidades sociales.

Como vemos, estas actividades y proyectos, además de permitir a las familias y a los niños y niñas compartir, van a generar experiencias que permiten fortalecer su vínculo afectivo por medio de la conversación y escucha, la creatividad y la expresión transformando la incertidumbre, en aprendizaje.

(*) Karen Acuña Picado es una profesional que cuenta con formación y experiencia en las áreas de preescolar, enseñanza del inglés, administración educativa y currículo. Actualmente, se desempeña como Gestora Pedagógica desde el Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Castro Carazo.