¿Nos dejamos arrastrar como hojas secas o barcos de papel por las corrientes en las que más cómodos nos sentimos, o empuñamos el timón del razonamiento?

De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, oír es percibir sonidos con el oído (actitud pasiva), en tanto que escuchar es prestar atención, aplicar el oído (actitud activa).

Oír es inercial, automático, rutinario; escuchar demanda decisión, diligencia, concentración. Uno requiere presencia; el otro, enfoque.

Utilizar la audición tan solo para captar palabras que refuerzan nuestros puntos de vista, gustos y prejuicios, quizá tiene que ver más con el oír.

Pero emplear esa capacidad para tratar de entender un mensaje, analizarlo con honestidad intelectual y abrirme a un debate interno en el que me atreva a cuestionar incluso mis ideas, posiblemente se relaciona más con el escuchar.

Cuando me limito a oír, puede que dispare (con el hígado) lo primero que se me ocurra, mas cuando me esfuerzo por escuchar, tiendo a sopesar (con el cerebro) lo que quiero manifestar.

Esto es válido para el debate público de cualquier asunto, en especial aquellos que son controversiales; por ejemplo, aborto, eutanasia, elecciones presidenciales, política y religión, dolarización de la economía o vacuna contra el covid-19.

Aplica también para la audiencia del mandatario Carlos Alvarado ante la Comisión Investigadora de la Unidad Presidencial de Análisis de Datos (UPAD), realizada durante este miércoles.

Independientemente de que se esté a favor o en contra del gobernante (dos posiciones absolutamente válidas y normales en una democracia), una ocasión como esta nos confronta de alguna u otra manera con la calidad de nuestra capacidad de escucha.

Peligroso vivir así…

Si formamos parte del “bando” que apoya al Presidente, podemos examinar si el nivel de admiración, gratitud o complacencia está atentando contra la sana crítica y la perspicacia.

¿Creemos en él tan a ciegas y de buenas a primeras que nos conformamos con oír lo que dice (superficie) y nos negamos a escucharlo (profundidad)?

Peligroso vivir sin dudar, cuestionar ni filtrar.

Y si, por el contrario, nos contamos entre quienes desaprueban al mandatario, podemos examinar entonces si el nivel de rechazo, resentimiento u odio está atentando contra el sano análisis y autocrítica.

¿Es tal el grado de inquina y rencor que le tenemos que nos solazamos con oír lo que dice (superficie) y nos negamos a escucharlo (profundidad)?

Peligroso vivir sin sopesar, considerar ni reflexionar.

Oír, simplemente oír, equivale a ser miembro de esas “comunidades” digitales que se forman por medio de algoritmos que nos venden la falsa ilusión de que todo el mundo, o la mayoría, piensa como YO, analiza como YO, opina como YO, ve el mundo como YO, diagnostica la realidad como YO.

¿Estamos oyendo, dejándonos arrastrar como hojas secas o barcos de papel por las corrientes en las que más cómodos nos sentimos, o estamos escuchando, empuñando el timón del razonamiento?

¿Tan arrogantes somos que no podemos examinar nuestras posiciones?

¿Qué hacemos más: oír o escuchar? ¿Qué hicimos más hoy?

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente