La todopoderosa red social Facebook ha bloqueado mi cuenta, señalando que he violado las normas y sus políticas de contenido

Por Pedro Rafael Gutiérrez Doña (*)

Lo que comenzó como una moda social para reencontrarse con familiares y amigos de antaño, hoy se convirtió en juez de lo que es moral y lo que es correcto; además, ha creado una falsa atmósfera de cristal y ha abusado de nuestra confianza e ingenuidad, para enriquecer a quienes están detrás de este millonario negocio.

En cuatro oportunidades distintas la todopoderosa red social Facebook ha bloqueado mi cuenta, señalando que he violado las normas y sus políticas de contenido. En esta oportunidad fue por un mes, por haber escrito “negro”, “chino” e “indio” en algunos de mis comentarios, los que fueron sacados de contexto para justificar la censura.

La comunicación ahora pasó a revolucionar la forma de informar. La prensa y la radio de hace un par de décadas quitaban y ponían gobernantes empuñando la filosa espada editorial, la que muchos han creído ser hasta ahora la Vox Dei, aunque difundan diariamente melosas falsedades. Miles de personas, en la actualidad, pocas veces han tocado un periódico, pero ahora millones usan un celular donde leen decenas de diarios.

Hace unos días, Australia obligó a esta empresa a pagar por las noticias que incluyen en sus ventanas y en el buscador Google, cosa que han venido haciendo con centenares de medios de comunicación y, lo peor, sin pagar un cinco por dichas publicaciones.

Claramente, vemos que a Facebook le preocupa sobremanera que le digamos “negro” a un afroamericano, pero no aplican sus normas y principios con la misma rigurosidad para cancelar por el uso abusivo de contenido noticioso y que sus divinas normas no censuran.

Yo nací bajo el techo de la censura, por eso no me asusta. La extinta dictadura somocista usaba esta práctica para cubrir sus delitos; unos realizados por la represiva Guardia Nacional (GN), y otra empuñada por un ejército de máquinas de escribir, cargadas de veneno e igual de letales que las armas.

“Esta vez las “hojas de parra” abundan como la maleza y se desarrollan en todas partes para tapar o descubrir lo que la nueva censura tiene entre manos”.

En la actualidad, cada gobierno tira cercos y alambradas para proteger a sus miembros, usando redes sociales o medios de comunicación para gritar, entre otras cosas, viles mentiras y censurar a quienes se las señala. Quien no haya sufrido un acto de censura, no sabe lo que es pararse frente a los dueños de la “verdad”.

El recordado periodista nicaragüense Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, dueño del periódico La Prensa, y nombrado por algunos como “Mártir de las libertades públicas” luego de ser asesinado en 1978 por denunciar la represión de aquel entonces, dijo en una oportunidad que “…si usted quiere escribir lo que le da la gana, hágalo en su periódico…”, dejando en claro que todo aquello que no era de su agrado, también tenía que pasar por el filo de la censura.

En aquel entonces –como hoy en día- cualquier periodista que difería de la línea editorial, sufría la muerte profesional o silencio sepulcral, con la notable diferencia de que si fuera vetado o censurado en ese medio, hoy tendría una decena de posibilidades para seguir opinando gracias a las más de 40 redes sociales que nos invaden.

En Costa Rica no nos quedamos atrás. El gobierno de Carlos Alvarado, odiado por muchos y amado por unos cuantos, se adelanta a la censura ocultando y cerrando el cerco a la información. Ya lo hemos visto escaparse por la puerta de atrás para evitar las consultas de la prensa y dar explicaciones sobre sus actos.

¿Cómo olvidar, en 1501, el escándalo causado por la escultura renacentista David, de Miguel Ángel, y sus órganos reproductores al aire? Inolvidable, como inolvidable la actitud, en ese entonces, de la reina Victoria de Inglaterra, quien recibió una réplica de la obra, solo que censurada, ahora con una hoja de parra que tapaba su miembro viril.

Esta vez las “hojas de parra” abundan como la maleza y se desarrollan en todas partes para tapar o descubrir lo que la nueva censura tiene entre manos. Se visten de colores políticos, de grandes empresas de comunicación y de mortales anzuelos para callarnos o para leudar la masa, que es al final lo que a ellos les interesa.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña es periodista.