Más de la cuarta parte de periódicos locales de los Estados Unidos desaparecieron entre 2005 y 2020

¿Ejerce usted el periodismo hoy día en algún medio de comunicación? Si la respuesta es afirmativa, tengo otra pregunta: ¿con cuánta frecuencia se realizan, en la empresa en que usted trabaja, ejercicios participativos de autocrítica (no monólogos) sobre el quehacer informativo?

La segunda de esas interrogantes tiene su origen en el último de los capítulos del libro Periodismo: instrucciones de uso. Ensayos sobre una profesión en crisis, publicado el año pasado por la editorial argentina Prometeo Libros.

Esa obra, de 184 páginas, incluye un total de once textos y un anexo escritos por periodistas argentinos que aceptaron la invitación-desafío de “repensar el periodismo” a través del diagnóstico, reflexión, mea culpa y posibles rutas a seguir en aras de velar por la supervivencia de esta profesión.

Para nadie es un secreto que esta industria lucha por sobrevivir en un mundo digital en el que los medios de comunicación tradicionales han sido despojados de buena parte del pastel periodístico (sobreabundancia de información en Internet, mucha de ella “noticia falsa”) y publicitario (las mayores tajadas en manos de gigantes como Google y Facebook) que poseía años atrás. Encontrar el nuevo modelo de negocio es todo un reto.

Más de la cuarta parte de periódicos locales de los Estados Unidos desaparecieron entre 2005 y 2020, según Graciela Mochkofsky, directora de la maestría de periodismo bilingüe de la universidad pública de la ciudad de Nueva York.

La elaboración de Periodismo: instrucciones de uso -un texto que señala y sugiere en vez de dar recetas mágicas- fue coordinada por el periodista y escritor Reynaldo Sietecase, quien labora en gráfica, radio y televisión. Adquirí este volumen el 20 de enero anterior en La Librería Andante, ubicada 125 metros al norte de la parroquia de San Pedro de Montes de Oca.

En opinión de Sietecase, los reporteros trabajan desde una subjetividad determinada por los intereses e ideología de cada profesional, lo cual no debe transgredir la verdad de los hechos.

“Para ejercer la subjetividad de un modo honesto hay que razonar de manera crítica. Y este es otro desafío, porque la crítica debe empezar por casa. Sin mirada crítica no se puede hacer buen periodismo”, afirma ese periodista.

Y agrega: “Debatir en profundidad cuál es el rol de los periodistas dentro de un medio de comunicación gestionado por una empresa privada o pública es imprescindible”.

Dos páginas después, Sietecase lanza un dardo digno de provocar un debate: “Los periodistas vendemos nuestra fuerza de trabajo, no nuestra opinión”.

Ezequiel Fernández Moores, veterano reportero de agencias de noticias, suma su voz: “Trabajamos en empresas que, en buena hora, vigilan a las democracias, pero que, en muchos casos, ni siquiera permiten la libertad sindical de sus periodistas y no responden críticas”.

Partiendo de lo que se plantea en los otros ensayos, ese agudo ejercicio de introspección debe contemplar, entre otras preguntas, ¿qué tan efectivos están siendo los medios para ayudar a sus audiencias a entender un mundo de cambios acelerados y lleno de incertidumbres?

Lo anterior implica innovar, airear las estéticas periodísticas, desarrollar una voz que se distinga de las de otros medios y comunicar con un lenguaje -como dice la cronista y escritora Leila Gerriero, haciéndose eco del filósofo francés Roland Barthes- que le demuestre al público cuánto se le desea, que le diga: esto tiene que ver con usted.

Ello pasa por evitar los muchas veces tediosos y abstractos lenguajes académicos e institucionales.

¿Qué van a hacer los medios con la verdad en un contexto donde la urgencia por la primicia invade cada vez más los terrenos del rigor periodístico (parafraseando a René Descartes: Publico, luego verifico)?, es otra de las inquietudes importantes.

La periodista Natalí Schejtman cuenta el caso de un reportero que trabaja en un medio online y que ha llegado a publicar más de 50 notas en dos horas (en promedio, una ¿noticia? cada 2,4 minutos.

Esa situación conduce a otra pregunta: ¿Qué harán las empresas periodísticas con la calidad? Ese valor pasa, según Hugo Alconada Mon, Prosecretario de Redacción del periódico La Nación, por honrar a capa y espada el mandato ético de llamar, “ANTES DE PUBLICAR”, a quienes están involucrados en una información.

“Queremos un periodismo equilibrado y justo, y para eso hay que juntarse con la persona y darle la oportunidad de descarga”, sostiene Alconada.

Y ya que hablamos de “juntarse con la persona”, la periodista y columnista política Noelia Grigal Barrera, señala una lamentable realidad: “Viajar para hacer una cobertura o buscar información o encontrarse con fuentes se convirtió en una excepción”. El cara a cara se tornó caro caro.

Todo esto tiene que ver con la notoria disminución de planillas. “Las redacciones -me dice un colega- pasaron a ser reducciones“, cuenta el ya citado Ezequiel Fernández Moores.

La ya mencionada Graciela Mochkofsky comparte los casos de una reportera que abandonó la profesión para asumir la gerencia regional de una marca suiza de cosméticos y un redactor que se reinventó como comediante de stand-up.

Sin embargo, da cuenta además del surgimiento de una serie de medios alternativos creados por reporteros que ya no forman parte de las empresas periodísticas tradicionales. “Son periodistas que, como yo, han llegado a la profesión décadas atrás, han pasado por la experiencia de los grandes medios y su decepción, han vivido todas las crisis y todavía quieren algo, todavía esperan alcanzar lo que no se ha alcanzado”.

De las páginas de este libro surgen también interrogantes en torno a las cada vez mayores presiones de anunciantes (evidentes a veces en artículos complacientes) y las coberturas periodísticas basadas en “carbonear” a las fuentes para estimular un insulso dime y direte.

Además, la invasión de notas de farándula (“noticias baratas”, dice el libro) que no aportan información importante pero sí capturan “clics”. “Para lamer consumidores y anunciantes, las notas se vuelven cada vez más banales, cada vez más amarillas, cada vez más necesitadas de cariño: no pensadas para contar lo que creemos que debe ser contado sino para la cantidad de lectores que las miran”, advierte Martín Caparrós, escritor y periodista.

No se obvia en esta obra el afán de algunos medios por “quedar tablas” con las distintas posiciones en torno a un hecho. “Si la prensa se limita a decir que unos creen que la Tierra es plana y otros creen que es redonda, ¿para qué carajo sirve la prensa?“, pregunta Ezequiel Fernández Moores.

Diversos ensayistas aprovechan para recordarle a los periodistas (recordarnos, pues yo también lo soy) que no son evangelistas ni propagandistas de ninguna causa, fiscales del país, héroes civiles, vedettes ni relacionistas públicos del poder.

“El compromiso es con los lectores”, recuerda Hugo Alconada Mon, en tanto que Cristian Alarcón, periodista de investigación, sostiene que “el mejor periodismo sigue siendo el que molesta al poder”.

“Y algo más: muchos Ceos y gerentes de medios de comunicación ya no son periodistas, sino ejecutivos con el objetivo de maximizar las ganancias. Así de complejo es todo”, apunta Reynaldo Sietecase.

Reitero: ¿Ejerce usted el periodismo hoy día en algún medio de comunicación? Si la respuesta es afirmativa: ¿con cuánta frecuencia se realizan, en la empresa en que usted trabaja, ejercicios participativos de autocrítica (no monólogos) sobre el quehacer informativo?

Periodismo: instrucciones de uso. Ensayos sobre una profesión en crisis, un libro para repensar el periodismo.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente