ESTRUCTURA SOSTENIBLE
Por Ana Cristina Camacho Sandoval (*)

Si existe un gancho eficaz en la vida de las personas y en mayor grado de las empresas de cara al otro, es ser, o al menos parecer, bondadoso, solidario y dispuesto a enmendar errores. 

Es una fórmula compleja, no siempre exitosa, porque requiere ante todo y de manera indisoluble, tres elementos básicos: método, perseverancia y convicción.

He estado relacionada a la sostenibilidad por al menos 10 años, sea escribiendo artículos periodísticos sobre buenas prácticas corporativas y tendencias, sea asesorando a empresas en la construcción e implementación de sus estrategias de triple línea base.

A lo largo de estos años he notado un escenario de altibajos, incluso de aquellas empresas maduras en su vivencia con la sostenibilidad y la responsabilidad social.

Podemos redefinir la estrategia, eso es sano y conveniente según la coyuntura social y económica; lo que no podemos hacer es redirigir esfuerzos sin ton ni son, sin consultas, ni indicadores, ni presupuesto, sin objetivos ni plazos.

Son momentos difíciles, de incertidumbre y constante preocupación. Los teóricos de la sostenibilidad aseguran que si bien la crisis del Covid-19 incrementó las amenazas y profundizó las desigualdades, también representa una oportunidad de oro para avanzar hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con más aliados y probablemente, más recursos disponibles para detener un aumento de la polarización social, la cual, a todas luces, afectará a todos en mayor o menor medida.

En este contexto de desasosiego resulta más evidente la necesidad de ponderar estos tres elementos esenciales a los que hago mención. Expongo acá algunos consejos brevemente.

El método requiere objetivos claros, trazar una ruta de corto, mediano y largo plazo con metas bien definidas, indicadores medibles y verificables. Una estrategia conocida y construida por todas las áreas claves de la organización, alineada a la estructura misma de la operación y apegada a los valores y principios.

Un método resiliente, capaz de moverse según las circunstancias, responder a las necesidades y expectativas de grupos de interés, especialmente a los más cercanos: accionistas, directivos, colaboradores, proveedores.

Como todo método consta de procesos y estos deben pensarse en una línea de tiempo que permita obtener resultados por etapas, subsanar defectos o desviaciones y poder redefinirlos; plazos suficientes para medir el impacto causado a lo interno y externo de la empresa y aplicar siempre sistemas de mejora y gestión basada en riesgos.

La constancia implica no ceder ante acontecimientos que amenacen la estrategia definida. Que hay crisis, que llegó un nuevo jerarca, que se redujo el presupuesto; que hubo cambios en la estructura corporativa. Vivimos tiempos turbulentos, de eternos desafíos. Las empresas prueban diariamente su capacidad de adaptación e innovación. Bueno, pues la sostenibilidad debe ser parte de esa ecuación. Se tiene un enfoque sostenible o no se tiene.

Hay que realizar consulta a partes interesadas periódicamente (cada año, dos o tres, según se defina en los procedimientos internos), aunque resulte incómodo escuchar sus quejas o demandas; deben hacerse estudios de clima organizacional y encuestas de satisfacción de clientes con rigurosidad, con metodologías probadas, aunque la fotografía que se muestre no nos agrade.

Finalmente, y creo que la más importante: creérsela. Prefiero una empresa que no apoya la sostenibilidad y como tal, no se desgasta en oratorias ni activismos, a aquellas en enarbolan banderas verdes, éticas y socialmente responsables en cada podio, pero que en esencia no sabe hacia dónde va, ni lo que quiere ni cómo lo quiere.

Un día apuesta por la igualdad de género, otro día defiende la vida de los océanos, luego ve réditos apoyando a emprendedores y más tarde, su lucha gravita en torno a la discapacidad.

No hay duda de que todos estos temas son relevantes para una sociedad, pero ninguna empresa por más grande que sea puede ni debe estar llamada a responder a cada una de estas demandas.

Convicción significa en primera instancia tener la absoluta certeza que la sostenibilidad es el norte idóneo para gestionar el negocio y a partir de esta premisa, implica facilitar recursos humanos, financieros, tecnológicos, estratégicos; además, involucrarse, priorizar, hacer alianzas.

Siempre habrá en las empresas incrédulos o incluso, a quienes la sostenibilidad ni les suma ni les resta. No ven más allá de los estados financieros o de los riesgos operativos.

Una estrategia no puede detenerse por ellos, aún cuando se hagan ingentes esfuerzos por “evangelizarlos”; mientras que los tomadores de decisiones -junta directiva, alta dirección y al menos los principales jerarcas de los procesos claves- reconozcan el valor de gestionar el negocio a partir de los tres pilares de la sostenibilidad, las posibilidades de éxito y de avanzar consistentemente en esa dirección, son altas.

(*) Ana Cristina Camacho Sandoval es periodista y se ha especializado en temas de sostenibilidad.