“El león y la pantera son inofensivos; en cambio las gallinas y los patos son animales altamente peligrosos, decía una lombriz a sus hijos”. Bertrand Russell, filósofo-matemático

¡Cuidado con las preguntas sencillas! Suelen ser peligrosas…

En el capítulo 10 de la novela Stoner, escrita por el estadounidense John E. Williams (1922-1994), hay un episodio cuya lectura me produce desasosiego, ansiedad y tensión.

Sucede que Charles Walker, estudiante de literatura en la Universidad de Columbia, presenta un examen oral ante un comité de académicos.

Todo inicia y marcha bien marcha bien durante la prueba, hasta que le corresponde el turno al profesor William Stoner, quien da un golpe de timón y plantea interrogantes “sencillas” que “no requieren respuestas complicadas”.

Walker se complica con ese tipo de inquietudes y comienza a irse por las ramas, dar rodeos, echar mano a evasivas, contestar lo que no se le está preguntando. Cae y empieza a hundirse en el pozo de las arenas movedizas de la retórica y la intelectualidad.

El profesor lo acosa una y otra vez con manifestaciones como: “Le estoy haciendo preguntas sencillas. Insisto, quiero respuestas sencillas” y “Quiero respuestas a mis preguntas, por favor”.

De acuerdo con Stoner, se trata de cuestiones que se le plantean a un principiante, “y no pudo responder satisfactoriamente ni una sola”.

Walker saltó sin problemas sobre las interrogantes complicadas, pero tropezó con las sencillas.

¿Saben ustedes qué sucede cuando las audiencias reciben rodeos, evasivas, ambigüedades, divagaciones o eufemismos?

Esa situación me hizo evocar un intercambio de preguntas y respuestas que tuve hace más de veinte años con un Ministro de Información de Costa Rica, funcionario que durante una conferencia de prensa realizada en la Casa Presidencial en Zapote brindó múltiples detalles sobre un proyecto de ley que el Poder Ejecutivo enviaría “muy pronto” a la Asamblea Legislativa.

Se trataba de una iniciativa que pretendía atacar un problema que había sido pospuesto durante varios gobiernos. Representantes de diversos sectores económicos, políticos y sociales apremiaban a la Presidencia de la República para que pusiera el plan en manos de los diputados.

Le pregunté a aquel Ministro cuándo iban a someter el proyecto al conocimiento, estudio y discusión del Congreso. “A la mayor brevedad”, fue su respuesta a una duda sencilla y razonable.

–¿Y cuándo es “a la mayor brevedad”?, pregunté.
–A la mayor brevedad, contestó el jerarca.
–¿Cómo se traduce en días y horas?
–A la mayor brevedad. A la mayor brevedad.
–Es decir, ¿hoy mismo?
–No ponga en mis labios palabras que no he dicho. Presentaremos el proyecto a la mayor brevedad.
–¿Tanto cuesta precisar un momento para una iniciativa que, según dice usted, ya está lista?
–Repito, para ver si usted entiende: A la mayor brevedad.
–Sigo sin entender, pues para mí la mayor brevedad es ya, en este preciso instante.
–No señor, a la mayor brevedad es a la mayor brevedad. ¡Qué necedad con esa pregunta!
–Es lo que muchos quieren saber, pero veo que usted no es la persona indicada para responder. Procuraré hacerle la pregunta al Presidente.
–Pues no sé cuándo podrá preguntarle al Presidente porque como todos saben está fuera del país.
–Le preguntaré a la mayor brevedad.

Ese mismo día logré comunicarme con el Mandatario vía correo electrónico y obtuve la tan pretendida respuesta puntual.

¿Tanto cuesta responder de manera puntual una pregunta sencilla?

Episodios similares se presentan en todo tipo de organizaciones: altos mandos que se preparan para atender interrogantes difíciles ante públicos internos y externos, pero se resbalan en la cáscara de las dudas aparentemente inofensivas.

¿Saben ustedes qué sucede cuando las audiencias reciben rodeos, evasivas, ambigüedades, divagaciones o eufemismos? ¿Qué piensan los públicos de interés cuando esperan respuestas puntuales y el vocero de turno se explaya hablando sobre la importancia del agua en la navegación?

Comunicar es ir al grano y “a la mayor brevedad”.

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José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector del periódico El Financiero
Consultor en Comunicación