En el Día Internacional del Libro 2021, un artículo en torno a una brillante obra del escritor y filósofo británico Aldous Huxley: Los demonios de Loudun

Hay quienes utilizan el ingenio para hacer daño, perjudicar a otros, señalar, juzgar, condenar. El fin justifica los medios o los miedos.

Basta con diseñar y poner en escena, sobre el escenario o tras bambalinas, un montaje cuyo propósito es lesionar o hacer caer en desgracia a un enemigo o a alguien que representa un estorbo o una amenaza.

Fue precisamente lo que hicieron en 1632 un grupo de habitantes de la comunidad francesa de Loudun que tenían en común una actitud de odio y envidia contra el sacerdote Urbain Grandier.

Se le cobraba (y envidiaba) a este carismático religioso el haber causado desasosiego sensual entre las feligresas. Es un hecho que tuvo relaciones clandestinas con algunas jovencitas y viudas.

Una y otra vez aquel inquieto líder espiritual salió bien librado de las intenciones y maquinaciones de quienes lo tenían en la mira.

Sin embargo, cayó en desgracia cuando enamoró, sedujo y embarazó a la hija del fiscal de esa pequeña ciudad.

El ingenio de unos cuantos gestó la idea de acusar a Urbain Grandier de estar confabulado con Satanás en aras de seducir espiritual y sexualmente a las 17 monjas del convento que se decía estaba poseído.

Se le sometió entonces a una causa malintencionada y manipulada en la que la presunción de inocencia nunca estuvo presente (algo que suele ocurrir hoy día en los “juicios” que tienen lugar en las redes sociales) y, mucho menos, el debido proceso. ¡Había que calzar las piezas a como diera lugar con tal de condenar a ese sacerdote contra quien nunca se recabaron evidencias contundentes!

El litigio cayó en el terreno de lo histriónico gracias a los papeles histéricos ejecutados por las monjas en pro de demostrar que estaban poseídas por varios demonios que fueron identificados con los nombres de Leviatán, Beherit, Balaam, Asmodeo, Zabulón, Neftalí y Rabo de Perro, entre otros.

Muchas de las sesiones de exorcismo se realizaron a puerta abierta, lo que le generó importantes ingresos económicos al pueblo de Loudun gracias a la gran cantidad de turismo morboso que atrajo la novedad (la religión usada por algunos como espectáculo…).

Sor Jeanne des Anges, la hermana superiora, ocupó el foco de atención debido a los gritos, contorsiones violentas y comportamientos indecorosos con que deleitó a la concurrencia.

Urbain Grandier fue condenado a la hoguera, pero antes fue cruelmente torturado con la intención de que confesara los pecados cometidos en el convento, los cuales negó hasta el final.

Fue quemado en la plaza de Sainte-Croix, ante más de 6.000 espectadores. Todas las ventanas de las casas de alrededor fueron alquiladas y hubo público en los tejados y entre las gárgolas del templo.

Ese proceso fue ampliamente registrado y comentado por el escritor y filósofo británico Aldous Huxley (1894-1963) en el libro Los demonios de Loudun, publicado por primera vez en 1952 y publicado en español en diciembre del 2017 por la firma española Navona Editorial.

Vale la pena leer esa historia-ensayo del mismo autor de la famosa distopía Un mundo feliz (1932). Sin duda, un texto de 427 páginas que nos recuerda los peligros y las injusticias de las hogueras públicas tendientes a destruir a toda costa a quienes piensan o viven de manera diferente.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente