Necesita cinco.

La primera la estrena el día en que asume la presidencia de la República.

Con ella recorta las expectativas y una buena cantidad de promesas de campaña.

Así lo hace, ¡no le queda más!, en cuanto se percata de que los recursos económicos de que dispone el Estado no concuerdan con la alegre retórica electoral ni con los trasnochados sueños del poder.

La segunda es la que utiliza para cortar cintas en actos de inauguración.

A esas hay que estarlas afilando continuamente dada la cantidad de ceremonias, recepciones, espectáculos, eventos protocolarios y programas pomposos y solemnes que forman parte ineludible de la agenda de todo mandatario.

Las alegrías y satisfacciones que proporciona ese instrumento no son tan grandes como lo sugieren las cámaras, pues en muchos casos se trata de echar a andar obras heredadas de gobiernos anteriores o iniciativas que tienen tanto peso como un algodón de azúcar.

La tercera es harto conocida y es la favorita de quienes piensan que los recursos financieros públicos son infinitos.

Se trata de un objeto cien por ciento metálico que se emplea para recortar los retazos que se requieren todo el tiempo en la ardua tarea de remendar el desgastado traje estatal y alargarle las mangas y los ruedos para dar la falsa ilusión de que nada le falta a papá Estado.

Todo gobernante que se precie de ser un buen político debe dominar el arte de sastre, ¿o desastre?

La cuarta tijera es la de la autocensura, digo, la de la edición de textos políticamente correcta.

Con ella se eliminan líneas, párrafos, gráficos, tablas, cartas, diagnósticos y evaluaciones que puedan poner en entredicho la labor del gobierno en diversos informes.

Es de uso frecuente en ministerios de Información que apuestan por convertir a la comunicación en una exhibición de origami o en una bolsa de confeti.

La quinta existe, pero no se usa debido a que a quien la empuña le tiembla el pulso.

En efecto, la tijera del recorte sustancial de gastos que contribuya al eficiente uso de recursos (invertirlos con sentido estratégico; por ejemplo, en salud, educación, justicia, emprendedurismo, infraestructura e investigación científica y tecnológica) y mantenga al déficit fiscal dentro de límites razonables.

Se utiliza muy poco, poquísimo, pues se requiere de mucho valor y sentido de la responsabilidad para prescindir de parales que ya no sostienen nada, botones que pasaron de moda, cuellos que estorban, cremalleras peligrosas y bolsillos llenos de fugas.

Así las cosas, parece que en realidad son cuatro tijeras las que necesita un Presidente. Afortunadamente, ese no es el caso de Costa Rica…

Jotade