“¿Hasta cuándo una actitud pueril seguirá perjudicando a dos pueblos en vez de unirnos fraternalmente nos separamos constantemente por la sin razón?”

Pedro Rafael Gutiérrez Doña

Argumentar deliberadamente sobre el estado de las relaciones bilaterales tico-nicaragüenses en este contexto, es ejercicio necesario para crear una atmósfera limpia y promover la germinación de un cambio urgente y radical entre ambas naciones. 

El otrora embajador costarricense en Managua, don Edgar Ugalde, dijo, allá por 1994, que “… las relaciones tico/nicas eran como un matrimonio.., -con el agravante-  de no tener derecho al divorcio…”.

Por una parte, el zeitgeist en el país -el espíritu del tiempo- nos pone sobre la mesa, las relaciones bilaterales desde la perspectiva de la teoría del Derecho Internacional, la cual no ha encontrado a propósito, un cauce seguro, continuo y digno en el cumplimiento estricto de la ley.  

Por otro lado, la violación cansina a los principios de Derecho Internacional de manera reiterada, han tenido afanada a la Corte Internacional de Justicia en La Haya, convertida en las últimas décadas en un cuadrilátero jurídico para dirimir los constantes cuestionamientos al derecho internacional en el ejercicio de hacer justicia y velar por la paz.

Desde aquellas palabras del funcionario, muchas cosas han pasado por el filtro de varias administraciones en el país y, hasta ahora, la política exterior no ha dejado de mostrar los dientes, evadiendo cualquier acercamiento diplomático.

¿Hasta cuándo esta actitud pueril seguirá perjudicando a dos pueblos que en vez de unirnos fraternalmente, nos separamos constantemente por la sin razón? ¿Y si en vez de darnos la espalda con desprecio, nos damos las manos en señal de hermandad? ¿Y si en lugar de vernos en estériles tribunales de justicia, nos vemos en una fiesta de respeto y armonía?

Las nuevas autoridades políticas del país tienen hoy, en sus manos, la dorada oportunidad de volver a los principios que dieron como resultado la formación de los cimientos democráticos costarricenses, respetando la soberanía del otro, pero sin imponerse por condiciones o en última instancia, por medio de la fuerza irracional. 

Vale recordar que la abundante doctrina jurídica contemporánea nos reza con claridad, que la política exterior del país está a la cabeza del presidente de la República; le sigue en el escalafón y rinde cuentas al Presidente, el Ministro de Relaciones Exteriores.

“La administración Alvarado nos heredó un ambiente bilateral no muy sano, un tanto desordenado”.

Es en el espíritu del triunfo de Rodrigo Chaves que vislumbro un certero cambio en el manejo de las relaciones bilaterales en particular y de la política exterior en general. 

Aquella realidad política que parecía imposible cambiar, dio certeras lecciones al país,  ratificando una vez más, que el poder reside en el pueblo y no en partidos que creyeron tener la patente del poder, formado por conocidos apellidos dinásticos de grandes amigotes o de parientes cercanos. Los problemas diplomáticos endosados por destacados funcionarios (PAC-PLN-PUSC) que no han podido resolver por décadas, ya deberían estar en los escritorios de la nueva política exterior para darle curso ipso facto.

Ya adelantó el presidente Chaves, hace unas semanas atrás, que el asunto con Nicaragua iba a ser como un “negocio”,  y lleva el sentir en mi opinión, de que se trata de un buen negocio o de un buen “matrimonio”,  de lo contrario, no tendría sentido seguir empantanados con más de lo mismo.

La administración Alvarado nos heredó un ambiente bilateral no muy sano, un tanto desordenado, responsable de la ausencia de un embajador en Nicaragua durante toda su gestión, y sin lograr con ello algún beneficio tangible, producto de una política exterior errada. 

Herencia de doña Laura Chinchilla en política exterior, fue el claro repudio al gobierno vecino, de repercusiones judiciales internacionales, y de la mano en Costa Rica, con el fiasco denominado La Trocha, el caso de corrupción mas grande en la historia del país.

Parafraseando a Chaves, los estadounidenses dicen con toda certeza, que ‘business are business’, que los negocios son solo eso, negocios y que no deberían mediar otras variables. Sin embargo en este maritazgo, y en el abanico político internacional, los conflictos son recurrentes, motivo por el que muchos están deseando entablar el divorcio binacional.  

Los miles de millones de colones que Costa Rica exporta a Centroamérica, representan un 19,9% del total de las ventas nacionales, una cantidad que va en claro crecimiento y que las oportunidades de mejorar para todos están por venir. 

Las raíces históricas, políticas, diplomáticas, culturales y sociales entre Costa Rica y Nicaragua, han tejido profundos lazos intangibles difíciles de cambiar. Hagamos pues de este ‘matrimonio’ una relación nueva y respetemos sin cansancio los principios del respeto y el Derecho Internacional, convirtamos el espíritu de la letra de Tratados y acuerdos binacionales, en hechos para el futuro, defendiendo de corazón los derechos humanos, la libertad y la democracia.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña
Periodista

pgutierrezd@gmail.com