Mercados, consumidores y leyes: tres obstáculos que enfrenta la Responsabilidad Social. Pero hay una cuarta dificultad quizá más difícil y retadora

Por Luis Mastroeni (*)

Alice Stewart fue una científica que logró descubrir el efecto dañino que le ocasionaba a los fetos la exposición de los rayos x en mujeres embarazadas.

Pasaron 25 años antes de que le creyeran y se diera un cambio en el mundo de la medicina. La evidencia estaba, faltaba quien la apoyara, con el suficiente liderazgo, para hacer los cambios necesarios.

Con la Responsabilidad Social (RS) pasa algo parecido. Los fondos de pensiones en el mundo con más frecuencia, además de estados financieros, piden evidencias de que las empresas donde van a invertir estén haciendo algo por mejor la condición de sus trabajadores.

Ya es famosa la carta anual de Larry Flink (el CEO del fondo de inversión más grande del mundo) a sus clientes, advirtiendo de que tomen más en serio el cambio climático y lo hagan parte de su mapa de riesgos.

Y en esta misma línea, desde el 2016 y de forma consistente, el informe anual de riesgos para los negocios que emite el World Economic Forum (WEF), habla de que la prioridad para los negocios deberían ser los riesgos ambientales, sociales, tecnológicos y políticos, aún sobre los económicos.

¿Qué pasa entonces? Como en el tiempo de la señora Stewart, hay un contexto más poderoso que no deja que esos cambios se hagan con la velocidad que queremos. ¿Contra qué “molinos de viento” está chocando esta tendencia? Intentaremos contestar.

El primer molino tiene que ver con los mercados. No todos se comportan de la misma forma y con la misma velocidad.

Sin duda alguna las economías más sofisticadas requieren inversiones más complejas, pues la mayoría de las empresas son públicas y su gestión financiera está abierta a inversionistas, pero además está constantemente necesitada de capital para fondearse.

En estas, el cambio se está dando abruptamente, pero los mercados que no son así (como los de nuestra región) van más lento y casi no han cambiado. No hay tanta presión, pues no dependen de esa inversión, son empresas familiares o de capital privado.

Sin embargo, la pared para el desarrollo de la RS podría ser una oportunidad. No hace mucho tiempo conocí el caso de una empresa que se adelantó y gestionó su estrategia de RS de manera amplia y seria, logrando un préstamo no reembolsable (o sea le regalaron la plata) por doscientos mil euros. Sí, solo por gestionar de manera responsable su negocio. Ahí es donde entra en juego un buen líder.

La otra muralla es el consumidor. Cada cierto tiempo escuchamos que alguien dice: “compraría más cosas ecológicas, pero es que son muy caras”… esa actitud (con razón en algunos casos) hace que el cambio no se de tan rápidamente, sobre todo en nuestra región.

Conozco también el caso de otra empresa, a la que algunos clientes ya le están diciendo: “no le compro si su empaque es plástico de un solo uso”.

Es decir, aunque en nuestro metro cuadrado la velocidad no sea tan rápida, llegará; por lo que es mejor adelantarse y gestionar los cambios, viéndolos como oportunidades de nuevos negocios o como aseguramiento del que hoy se tiene.

Finalmente, hay un molino que es el más frecuente: “si eso no me lo pide la ley, para qué lo hago, es muy bonito, pero sale caro”… Esta muralla no permite ver que entre menos preparados estemos, más caro será cumplir con la legislación.

Hay grandes amenazas que se ciernen sobre las empresas desde la legislación. En medio del acuerdo de París en el 2015 ya hubo quienes estaban proponiendo que el que contamina debe pagar. Imaginemos por un momento si eso fuera real.

Pagar por emisiones de gases de efecto invernadero, pagar por envases o empaques no reciclados o no reciclables, pagar por un abuso en la utilización del agua, la energía, el combustible. Pagar más por todo lo que hoy permite que los productos salgan al mercado, con la única justificación de que se está contaminando en niveles no permitidos.

Sería como estar pagando infracciones de tránsito. ¿No sería mejor aprender a manejar bien y ser tolerante en carretera?

Mercados, consumidores y leyes. Esas tres son las murallas externas que tiene la RS para que se desarrolle de la mejor manera en nuestros mercados. Ahora bien, hay una que es, quizá, la más difícil y retadora. La muralla de las Juntas Directivas y la alta gerencia.

En mi carrera como ejecutivo de empresas he descubierto que lo que realmente importa y mueve la aguja de la gestión de las empresas pasa por su Junta Directiva y es acatado por la administración o equipo gerencial. Si no es por ahí, no existe, se queda en programas, actividades, que tarde o temprano mueren.

La muralla más alta es esa, es creer que el tema no es estratégico, no sirve de nada, es un gasto, es una moda.

Necesitamos que más y más gerentes, directoras, miembros de Junta comprendan que es vital que se involucren en la gestión de la RS y que esta se ubique en lo más alto de la organización. Si no, nunca llegará a ser realmente gestionada como una inversión y seguirá en el rubro de los gastos, que fácilmente se cortan en momento complejos.

Como en el tiempo de Alice Stewart las pruebas y datos, ya están. Ahora hace falta que aparezcan los líderes.

Le invitamos a leer, por medio de los siguientes enlaces, otros dos artículos sobre Responsabilidad Social escritos por el mismo autor: Lo que no es… https://gente-divergente.com/lo-que-no-es/ y Punto ciego https://gente-divergente.com/punto-ciego/

Luis Mastroeni es periodista