Seis casos reales de revoluciones no violentas que han echado mano a un estañón, televisores en carretillas, naranjas, juguetes, sal y arroz con leche

El barril de las risas. Esa fue una de las tantas acciones de protesta no sangrienta que ejecutó el movimiento juvenil Otpor! (Resistencia) en Serbia como parte de una intensa campaña que en el 2000 expulsó del poder a Slobodan Milósevic, genocida conocido como “el carnicero de los Balcanes”.

Un diseñador llamado Duda pintó el rostro del temible dictador en un estañón viejo y deteriorado, en cuya superficie escribió las palabras “un dinar por partirle la cara”; el recipiente fue colocado luego, junto con un bate, en el principal paseo peatonal de Belgrado.

Al principio la gente reaccionó con temor, pero al cabo de unos minutos apareció un joven que depositó un dinar, tomó el bate y golpeó el barril con todas sus fuerzas. Lo mismo hicieron otras personas, incluidos algunos niños que se divirtieron pateando el rostro de Milósevic.

La fiesta-desahogo terminó en cuanto apareció la policía y se llevó preso al estañón en medio de las risas y carcajadas de quienes le perdieron el miedo y el respeto al ogro gracias al humor.

De paseo con los televisores. En Swidnik, un pequeño pueblo del este de la Polonia comunista se puso de moda en 1982 salir a caminar a las 7:30 p.m. de cada día con pantallas chicas cargadas en carretillas.

Era una forma de hacerle ver al régimen que los ciudadanos no perdían el tiempo viendo noticieros con informaciones manipuladas, retocadas y maquilladas por los censores estatales, y cargadas de mentiras.

Las autoridades, poco creativas -como suele suceder-, ampliaron las horas del toque de queda para obligar a la gente a permanecer en sus casas y evitar así aquellas escenas de burla. Sin embargo, lo que lograron fue estimular la generación de más ideas originales y divertidas para expresar el descontento.

Las naranjas de la ira. Participar en una marcha de protesta en el Sudán del dictador Omar Hasán Ahmad al Bashir, quien gobernó ese país africano durante 30 años, equivalía a ser arrestado y torturado. No obstante, no existían medidas ni antecedentes anticítricos…

Gracias a ese vacío legal, los activistas del movimiento Girifna (cuyo color distintivo era el anaranjado) invitaron a la población a cargar una naranja al salir a la calle como un símbolo de resistencia.

Muchos lo hicieron así y cuando sentían que corrían peligro simple y sencillamente botaban la fruta o la pelaban y consumían.

Una jugosa broma en contra de un régimen abusivo.

La manifestación de los juguetes. Pingüinos que protestaban contra la corrupción, un alce que denunciaba el fraude electoral…

… en fin, la plaza central de Barnaúl, en Siberia, Rusia, repleta de juguetes infantiles que exhibían pancartas que denunciaban el fraude electoral en las elecciones que ganó Vladímir Putin en el 2012.

Tales objetos (piezas de lego, soldaditos, peluches, carritos, etcétera) fueron colocados por gente a la que las autoridades les negaron repetidas veces un permiso para protestar mediante una marcha.

Se tomaron fotografías que pronto circularon por toda Rusia. En una de ellas se aprecia a un policía sonriendo mientras observa aquella ciudad construida con juguetes.

Todo comenzó con un puñado de sal. Por pequeño y simple que parezca, ese fue el primer paso que dio la India en el proceso que culminó con su liberación del imperio británico.

Fue Mahatma Gandhi (1869-1948) quien organizó y lideró la “marcha de la sal”, una caminata pacífica hasta el mar para extraer dicho condimento. El recorrido comenzó el 12 de marzo de 1930, con apenas 27 indios, y culminó el 6 de abril de ese mismo año con 12.000 personas.

¿Por qué una larga travesía a pie por la sal? ¿Qué sentido tenía? ¿Qué tenía que ver ese mineral blanco y cristalino con los sueños de libertad? En un país donde la sal era un alimento básico para la susbistencia, y en donde esta abundaba en casi 7.000 kilómetros de costa, los nativos estaban obligados a pagarle un impuesto a la corona británica por el consumo de ese polvo.

Motivados por el hecho de que los militares británicos no se atrevieron a reprimir una protesta apacible en pro de una necesidad elemental, indios de otras comunidades se atrecieron a replicar la idea de Gandhi.

A los británicos no les quedó más camino que derogar el tributo.

Una dulce revolución. El papel que jugó la sal en la India lo desempeñó el arroz con leche (así como lo lee) en la República de Maldivas, en el océano Índico.

La distribución gratuita en sitios públicos de ese alimento básico en la dieta de los maldivos propició encuentros ciudadanos multitudinarios en un país donde las concentraciones estaban prohibidas. La gente se congregaba a comer y a conversar, lo cual comenzó a darles sentido de unidad y les ayudó a descubrir que compartían sueños y preocupaciones.

Ese fue el principio del fin del dictador Maumoon Abdul Gayoom, quien se aferró al poder durante tres décadas.

Estos seis casos, reales, forman parte del libro Cómo hacer la revolución, del biólogo serbio Srdja Popovic, director del Centro para la Aplicación de Acciones Estratégicas de No Violencia (Canvas).

Se trata de una publicación (escrita por quien lideró el movimiento estudiantil que contribuyó a derrocar al genocida serbio Slobodan Milosevic) rica en ejemplos de luchas pacíficas, creativas, ingeniosas e inteligentes en torno a temas de interés nacional.

Existe una fuerte conexión entre esa obra editorial publicada por Malpaso Ediciones e ¡Indígnate!, de Ediciones Destino pero escrita por Stéphane Hessel (1917-2013 ), diplomático, escritor y político francés de origen judío que formó parte del ejército de la Francia Libre durante la Segunda Guerra Mundial.

Hessel fue capturado y torturado por la Gestapo, y enviado a los campos de concentración de Buchenwald y Dora Mittelbau. Y a pesar de ello redactó un llamado contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica.

“La peor actitud es la indiferencia, decir “paso de todo, ya me las arreglo”. Si se comportan así, perderán uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue”, escribió.

Hessel invita de manera vehemente a mirar alrededor y encontrar los hechos que justifiquen su indignación, esas “cosas insoportables” que suceden en el mundo. A él, por ejemplo, lo indignaba la violencia de los israelíes contra Palestina y la inmensa y creciente distancia que hay entre los muy pobres y los muy ricos en el planeta.

A Greta Thunberg, activista medioambiental sueca nacida el 3 de enero del 2003, la indigna el silencio de los dirigentes mundiales y los medios de comunicación en torno a los verdaderos riesgos del calentamiento global, así como la existencia de partidos políticos que fingen tomarse en serio esta amenaza.

“¿Que hacemos si no hay voluntad política? ¿Qué hacemos cuando las políticas necesarias no se ven por ningún lado?”, pregunta en el libro Cambiemos el mundo, publicado por Lumen.

Sea cual sea el motivo de indignación, el serbio Srdja Popovic sostiene que no hay arma más poderosa que el humor cuando de realizar una revolución sin violencia se trata.

“Todo el mundo sabe que las risas son más poderosas que el miedo”, sostiene. En relación con esto, el escritor peruano Fernando Iwasaki (1961) expresa que “la finalidad del humorismo no es hacer reír sino hacer pensar”; lo afirma en su libro Una declaración de humor, divulgado por la editorial Pepitas de calabaza.

Me parece oportuno reiterar aquí la pregunta del título de este artículo: ¿Y si practicamos la insurrección pacífica en Costa Rica?

No solo pacífica, sino también inteligente, ingeniosa, creativa, lúdica.

Imaginación sobra en este país para alzar la voz -sin enfrentamientos violentos y sin perjudicar a la ciudadanía- contra tantos motivos de indignación que hemos acumulado: corrupción, insostenibilidad de las pensiones del IVM, instituciones que se creen intocables, beneficios, privilegios, proteccionismos, políticos cínicos, voracidad fiscal…

¿Por qué en lugar de esperar a que estalle la violencia que algunos ansían no hacemos explotar la picardía, fantasía y agudeza costarricense en pro de denunciar y protestar de manera persistente y con chispa contra los abusos que se cometen y que ya cansan e indignan?

¿Por qué no darle una dosis de su medicina a quienes año tras año tienen la desfachatez de reírse en la cara de los costarricenses? ¿Por qué no pasar del simple berreo estéril a la versión tica de la chota pero plasmada en actos pacíficos que inviten a reír y pensar? ¿Por qué no hacer bulla, jaleo y escarnio no violentos?

¿Por qué no buscar maneras ocurrentes, agudas, astutas, perspicaces y donosas de protestar ante los vivazos, soberbios, indiferentes e intocables?

Estoy seguro de que aquí también contamos con naranjas, juguetes y arroz con leche capaz de poner el dedo en la llaga con mucho más efectividad y eficacia que las marchas, bloqueos y huelgas que son como llover sobre mojado.

¿Qué tal, a modo de ejemplos, si escribiéramos la palabra “¡Indignado!” en los cubre bocas que usamos a diario, si colocáramos faroles en nuestras casas para evocar al filósofo griego Diógenes, quien caminaba por las calles de Atenas con una lámpara en busca de un hombre honesto o si saliéramos a la calle con un pañuelo atado para expresar que “estamos hasta el cuello” de malestar?

¿Qué les parece? ¿Qué opinan?

La pistola anudada

La ilustración principal de este artículo es una pintura de una escultura cuya versión original se encuentra en el exterior de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Fue hecha por el escultor sueco Carl Fredrick Reuterswärd (1934-2016) y se ha convertido en ícono del pacifismo en el ámbito internacional.
¿Cómo surgió la idea de crear ese monumento? Nació luego del asesinato del músico John Lennon el 8 de diciembre de 1980. Su viuda, Yoko Ono, le encargó a Reuterswärd realizar una obra en homenaje al exBeatle.
El escultor se inspiró en la visión antibelicista que comunican canciones de Lenon, como Imagine.
Fue así como se plasmó esta Colt Phyton 357 Magnum a escala gigantesca.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector del periódico El Financiero
Consultor en Comunicación