Desarrollar una personalidad resiliente, no solamente prepara a la persona para afrontar las situaciones difíciles, sino que además promueve el desarrollo de los valores que se requieren para una sana convivencia

Por Eugenia Rodríguez Ugalde (*)

Desde la llegada de la pandemia generada por el COVID-19 hemos tenido que afrontar grandes desafíos para los que no estábamos preparados, en lo absoluto. Toda la situación nos tomó por sorpresa y tuvimos que adaptarnos rápidamente a los cambios que se requerían para preservar nuestra salud física y la de nuestros seres queridos.  

Estamos frente a múltiples adversidades: la vulnerabilidad de los sistemas de salud, la urgencia para descubrir vacunas, el aumento en las tasas de desempleo, el cambio en las actividades comerciales, las amenazas a la economía y la vida en entornos virtuales, para mencionar algunas.

Enfrentar las adversidades ocasiona una carga emocional, ansiedad y un sentimiento de incertidumbre hacia el futuro. Y es entonces cuando es menester desarrollar al máximo nuestras capacidades de adaptación para ser resilientes ante los diferentes nuevos desafíos.

Autores como los franceses Boris Cyrulnik y Marie Anaut (2016) dicen que resiliencia es la capacidad de adaptarse y sobreponerse a los tiempos difíciles y de cambio; el peruano Fernando D´Alessio, (2018) especifica que la resiliencia emocional es el conjunto de rasgos de la personalidad y los mecanismos de entendimiento que desarrolla una persona para protegerse ante las situaciones adversas.

Para comprender mejor este concepto, es útil profundizar en las características de las personas resilientes. Por ejemplo, la española Lidia Martin (2015), menciona entre muchas otras que el ser resiliente implica apertura de mente; persistencia y perseverancia; coraje; empatía; equilibrio emocional; capacidad de perdonar; autocontrol; sentido del humor y espiritualidad.

Sana convivencia

Desarrollar una personalidad resiliente, no solamente prepara a la persona para afrontar las situaciones difíciles, sino que además promueve el desarrollo de los valores que se requieren para una sana convivencia. Lo ideal es iniciar con el fortalecimiento de la resiliencia desde la infancia, a través de un proceso psicoeducativo muy complejo en que en el que intervienen múltiples interacciones individuales y sociales:  la persona, la familia, la institución educativa y el contexto dejan su huella.

Afortunadamente en la adultez también hay estrategias individuales y sociales que se pueden asumir para fortalecer la resiliencia emocional y enfrentar los desafíos como los que se viven actualmente. Autores como la española Consuelo Morán (2019) y otros, sugieren por ejemplo:

  • Realizar actividades que ayuden a disminuir los factores que provocan estrés y el desarrollo personal: realizar pasatiempos; aprender cosas nuevas; hacer ejercicio; compartir intereses con otras personas.
  • Reconocer la nueva situación con sus pros y sus contras y buscar el lado favorable y positivo a la adversidad: ¿qué aprendizaje deja esta situación adversa? ¿qué nuevas capacidades he desarrollado en esta situación? Implica sentirse fortalecido a partir de la experiencia de tener que afrontar el desafío.
  • Desarrollar el sentido del humor: implica ver el lado positivo de las cosas y hasta hacer bromas de la situación (que no sean ofensivas para nadie).
  • Buscar la espiritualidad: realizar actividades que le permitan fortalecer la fe y la esperanza de un futuro mejor.

En la adultez, el desarrollo de la resiliencia emocional es una tarea de compromiso individual que se puede fortalecer con un esfuerzo social.

Cada persona debe tomar conciencia de la necesidad de potenciar las áreas de su personalidad que le permitan afrontar y sobreponerse a las dificultades que se presentan.

Compartir actividades que potencian la resiliencia con grupos sociales (familia, amigos, compañeros y otros), sin duda benefician a la sociedad en general. Hagamos un plan de acción propio y tomemos la iniciativa; invitemos a otras personas.

De esa forma podremos transformar la adversidad y aprender cómo obtener un bienestar mutuo.

(*) Eugenia Rodríguez Ugalde es una profesional con formación académica en el campo de la psicología, psicopedagogía, administración educativa y pedagogía. Cuenta con más de 25 años de experiencia docente universitaria e investigación. Actualmente se desempeña como Vicerrectora de Bienestar Estudiantil y Extensión Universitaria en la Universidad Castro Carazo y es consultora nacional e internacional en temas educativos y de bienestar.