Conozca seis acciones concretas que pueden aplicarse en distintos contextos y situaciones en contra del abuso sexual infantil

Por Cristhiam Álvarez (*)

Recientemente, en el contexto de la pandemia por la Covid-19, apareció un neologismo –que no es tan «neo»– para hacer referencia a la sinergia de pandemias que coexisten e interactúan haciendo más complejos sus efectos y, por ende, su abordaje.

Pero esta «sindemia» no es la primera; de hecho, nuestras sociedades están plagadas de sindemias y la mayoría de estas son de naturaleza social (como la inequidad y la pobreza).

Una de las pandemias que hace sinergia con la Covid-19 es la del abuso sexual infantil (ASI), fenómeno que es a su vez endémico, epidémico y pandémico. Para el 2018, por ejemplo, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, en inglés) estimó que 120 millones de niñas alrededor del mundo (poco más de una de cada diez) habían sido víctimas de ASI; para ese mismo año, el Ministerio Público tramitó 12.028 delitos de abuso sexual infantil en Costa Rica.

A pesar de lo anterior, el ASI sigue presente en la cotidianidad, propagándose cada vez con mayor fuerza y alcanzando a más personas menores de edad (aprovechándose, en el contexto de la Covid-19, por las tecnologías de información y comunicación) y sin una «vacuna» que logre frenarlo. Y al igual que sucede con el SARS-CoV-2, una buena cantidad de personas parecieran negar la existencia de este delito porque, al parecer, sigue siendo un tema tabú en las familias, en las instituciones, en la sociedad.

Mientras tanto, uno de cada cinco niños y niñas son víctimas de ASI, en el 85% de los casos la violencia sexual ocurre intrafamiliarmente y, solamente, el 2% de los casos se descubren en el momento en que ocurren y únicamente, entre el 10% y el 20% de estos llegan al sistema judicial haciendo que el subregistro limite potencialmente las acciones para luchar contra el ASI. Las estadísticas son abrumadoras; la lucha débil y con poca inversión.

Ahora bien, como sucede con otras «pandemias sociales» (como la equidad, la pobreza y la violencia de género), el tratamiento siempre será más costoso que la prevención (las personas sobrevivientes de ASI vivirán el resto de sus vidas con las secuelas del abuso). Aun así, la inversión en prevención requiere esfuerzos que superan lo estrictamente económico y se enfrenta a una serie de dificultades socioculturales, empezando por la reticencia de la sociedad a hablar sobre el tema, a creerle a las víctimas.

Soluciones…

Ante una situación compleja, quizá conviene aportar soluciones simples (que no por ser simples dejan de ser efectivas), como el «esquema de vacunas» contra el ASI propuesto por el movimiento Vacuna Verde, el cual busca que muchas personas –desde sus subjetividades y realidades– se unan en la lucha a través de seis acciones concretas que pueden aplicarse en distintos contextos y situaciones.

  1. Conocer sobre el tema, acercarse a las estadísticas y las cifras que muestran la realidad del ASI a nivel global y nacional y, en muchos casos, darse cuenta de la magnitud de esta pandemia oculta, de reconocer cuáles son los factores y contextos que hacen que las personas menores de edad sean más vulnerables, con el propósito de prevenir que los abusos sucedan.
  2. Es clave hablar sobre el tema, quitarle el tabú, desmitificarlo. Esto es importante no solo con las personas menores de edad (con quienes es, claramente, fundamental), pero sobre todo con las personas adultas, quienes muchas veces perpetúan mitos y prejuicios en torno a las personas víctimas o sobrevivientes de ASI. Cuestionar o no creerle a una víctima que manifiesta ser víctima de ASI, es de las situaciones más dolorosas enraizadas en nuestra cultura (sobre todo porque un altísimo porcentaje de los casos es cometido por familiares o figuras de autoridad muy cercanas a la persona menor de edad). Y sí, hablar sobre el ASI es también hablar –nos guste o no– sobre sexualidad…
  3. Proteger a las personas menores de edad del ASI; es decir, comunicarse con ellas continuamente, estar alertas ante cualquier cambio en sus estados de ánimo o conductas (las personas expertas en el tema han identificado señales o síntomas que indican la presencia de ASI).
  4. Proteger, en esta era de la información, también implica supervisar el uso que las personas menores de edad hacen de los medios de comunicación en general, y de la internet en particular, puesto que en el contexto de la Covid-19, se ha visto un aumento espeluznante de ASI en línea.
  5. Conocer y hablar sobre el tema es crucial, pero no es suficiente. Si alguien se da cuenta de que una persona menor de edad es víctima de ASI debe actuar (aun cuando solamente sean sospechas), utilizando para ello los mecanismos existentes para denunciar (como la línea 911). Además, la lucha contra el ASI es un movimiento que requiere que muchas personas –desde distintas perspectivas– se unan, se involucren participando activamente al dar talleres o informar sobre el tema, así como capacitándose si trabaja directa o indirectamente con población menor de edad sea formal o informalmente. Capacitarse para luchar contra el ASI no es una tarea solo de las instituciones que oficialmente tienen esa misión, lo es también de las iglesias u organizaciones basadas en la fe o en la comunidad (asociaciones de desarrollo, comités de deporte, comités culturales, etc.). También es responsabilidad de cualquier profesión que trabaje con niñez y adolescencia capacitarse en la prevención y abordaje del ASI, y es una responsabilidad ineludible para los medios de comunicación (tanto análogos como digitales).
  6. Por último, existe otra forma de luchar contra el ASI y es apoyando a las personas víctimas o sobrevivientes para que puedan hacerle frente a este flagelo y sus consecuencias, buscando apoyo profesional para esas personas (ya sea en las instituciones públicas o privadas).

En esta sindemia, el ASI está presente afectando a millones de niñas y niños. Siempre lo ha estado, y –a diferencia de la Covid-19– siempre oculto.

Es un buen momento para que, como sociedad, desenmascaremos el «virus» del abuso sexual infantil. Esa tarea comienza en las familias, pero no es labor exclusiva de estas; todas las personas deben proteger a las niñas y los niños de cualquier tipo de violencia.

(*) Cristhiam Álvarez es un eterno curioso de lo humano, de la naturaleza y de lo espiritual. Fascinado por el mundo infantil. Educador por misión, estudiante de psicología por pasión, actor y promotor teatral por vocación y «niñólogo» por profesión. Librófilo, caféfilo, teatrófilo. Con más de 15 años en el sector no gubernamental y fundador del movimiento Vacuna Verde.