Me informo para tratar de armar el complejo rompecabezas de la realidad

Nótese que digo “tratar de armar”, porque la tarea es tan intrincada que no siempre logro colocar las piezas en el sitio que les corresponde. A veces pienso que lo estoy logrando, pero en cuanto observo con atención descubro que tengo ante mí una imagen abstracta, incomprensible e incoherente y me veo obligado a empezar de nuevo, desarmar lo que se suponía iba por buen camino pero que en honor a la verdad era fruto de mi afán por forzar algunas partes para que calzaran en mi imagen preconcebida del mundo. La caja de cartón lo advierte: en este caso se trata de un ejercicio en el que lo importante no es la edad, sino la humildad, pues el paisaje es tan cambiante -varía de día en día- que tienen más posibilidad de éxito quienes enfrentan el desafío con mente abierta, actitud flexible y deseos de reaprender que aquellos que pretenden saberlo todo, entenderlo todo, dominarlo todo. El problema se complica cuando se enfrenta el desafío de darle forma a un puzle que no solo cuenta con miles de elementos de diversas formas y tamaños, sino que están sesgados, manipulados e incompletos; ningún proveedor nos da todos los datos, por lo que resulta vital recurrir a muy diversas fuentes y medios de información serios (entre más y diversos sean, mejor).

Me informo para tratar de entender el enigmático ajedrez de la “nueva normalidad”

Procuro comprender los objetivos y estrategias que se esconden detrás de los movimientos y desplazamientos de las fichas. Está claro que en la mayoría de las ocasiones todo apunta a lograr el jaque mate político, económico, financiero, social, ambiental, comercial, religioso, científico y todos los etcéteras que caben en ese tablero de sesenta y cuatro casillas o escaques, pero cada quien tiene su manera de atacar o defenderse y ahí es donde se complica la lectura de los hechos; asimismo, hay circunstancias excepcionales en las que los contendientes buscan pactar un empate, que la partida quede tablas. La experiencia enseña que tan relevante es analizar a fondo lo que hacen el rey y la reina, como investigar qué planean y traman los alfiles, torres y caballos. Advertencia: grave error cometen quienes subestiman o ignoran a los peones. ¡Todos cuentan en este juego! ¡Todos suman o restan! ¡Todos dividen o multiplican! ¡Todos pueden dar una sorpresa! No hay que dejarse llevar por las apariencias, ya que aquí no siempre lleva ventaja el jugador que luce más fuerte, mueve primero o más rivales elimina, sino el más astuto, el que mejor observa, el más frío y calculador.

Me informo para no quedar fuera de juego en la cancha de los acontecimientos

En la competitiva gramilla del mundo actual es altamente probable que sean sorprendidos en posición prohibida quienes no se enteran de nada, quienes se sienten más a gusto fichando de por vida con el ayer que afrontar el reto de alinear con la actualidad, quienes no salen del aislamiento del camerino pues se sienten más a gusto ignorando dentro de cuatro paredes, quienes prefieren permanecer en el confort de la banca de las bolas y rumores en lugar de vérselas cara a cara con los hechos y los datos, quienes simulan lesiones para ser auxiliados por la cómoda camilla del “que otros piensen por mí, analicen por mí y decidan por mí”, quienes en lugar de hidratarse con noticias confirmadas y provenientes de diversos jugadores y sectores de la cancha prefieren beber los refrescos light de las suposiciones, mentiras y afirmaciones infundadas de las redes sociales, quienes faltan a los entrenamientos de realidad nacional e internacional con la intención de limitarse a ver desde la gradería lo que sucede en los campos político, económico y social. En este contexto me reservo siempre el derecho de mostrarle las tarjetas rojas o amarillas al periodismo complaciente, ese que responde más al amiguismo y el cálculo que al interés público.

Me informo para capturar los peces que me ayudan a formar mi propio criterio

Lanzo el anzuelo en distintos mares, ríos, lagos, esteros, pantanos y estanques informativos. Arrojo el señuelo en aguas con múltiples tonos, corrientes, profundidades y temperaturas. Tiro el cebo desde la orilla, sumergido hasta la cintura, sentado en el muelle, desde la lancha o desde un puente. Pruebo suerte con carnada viva como camarones, calamares, lombrices y sardinas, o engañadores tipo cucharillas, jigs, poppers, jibidones, pajaritos y sabikis. Pesco durante la mañana, el mediodía, la tarde, el ocaso, la noche y la madrugada. Utilizo cañas y cuerdas de mano. Sí, procuro ser un pescador proactivo, uno que toma la iniciativa haciendo uso de su libertad, discernimiento y responsabilidad, que si bien toma en consideración los consejos y experiencias de otros pescadores, hace sus propios análisis y llega a sus propias conclusiones, las cuales permanecen siempre abiertas a procesos de revisión no solo porque es tanto lo que se esconde bajo la superficie a la espera de ser descubierto, sino también porque los cantos de sirena -esos que seducen y engañan desde la antigua Grecia- no han pasado de moda (¡ni pasarán!).

Me informo para contar con mi propio juego de cartas racional

Un baraja conformada por los naipes que representan la capacidad humana de razonar, escudriñar, explorar, interrogar, cuestionar, dudar, poner en entredicho, analizar, interpretar, discutir, discrepar, revisar, profundizar, contradecir, replicar, protestar, polemizar, confrontar, debatir, replantear y muchos otros verbos sanos y necesarios. Me resisto a jugar, en el casino de eso que llamamos realidad, solo con cartas ajenas, marcadas, barajadas y repartidas por un crupier tan hábil que puede hacer trampa y esconder algunos ases bajo la manga. Hay tanto mañoso manejando los naipes que en ocasiones prefiero jugar Solitario, mas cuando decido participar en una partida de póker procuro formar escaleras que examinen las verdades oficiales, tríos que inspecciones los discursos trillados, parejas que ausculten dogmas y certezas sospechosas. Me apunto a las apuestas que espulgan las fórmulas mágicas del desarrollo, los recetarios dizque infalibles del progreso, los moldes estrechos del bienestar, las camisas de fuerza de la equidad, las telas y diseños que pretenden uniformar el pensamiento; es decir, no me gusta jugar al tonto. Me informo para pensar, no para aceptar o repetir en automático lo que otros dicen (sea quien sea).

Prometo hablar otro día de los dados, el dominó, los trompos, los dardos, el ping pong, el boliche, el billar y el jenga en materia de información.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector del periódico El Financiero
Consultor en Comunicación