Este clan se ha convertido en uno de mis momentos y panoramas favoritos en Lincoln Plaza. ¿Quiere saber por qué?

Esta familia está compuesta por cuatro miembros: padre, madre y dos hijas, una de ellas adolescente y la otra una niña.

Con cierta frecuencia, y siempre por las tardes, me topo con ellos en el local de Starbucks ubicado en el mall Lincoln Plaza, San Vicente de Moravia.

Las tres mujeres cargan sus dispositivos tecnológicos en mochilas -la madre, una laptop, en tanto que las menores, una tableta cada una-, y el padre porta su tableta en uno de esos bolsos cuya correa hace una diagonal entre pecho y vientre.

El primer objetivo de esta familia a la que me limito a observar con discreción es apoderarse de la espaciosa mesa de madera de la cafetería, pues solo en ella pueden instalarse cómodamente con sus equipos, algunas bebidas y repostería.

Ahora lo que admiro de este clan…

1- Todos disfrutan de la tecnología. El ángulo de visión no me ha permitido aún ver qué hacen específicamente con sus aparatos, aunque me da la impresión de que por lo menos el padre y las hijas dibujan equipados con lápices para iPad, pero de que la pasan bien no me cabe la menor duda.

Los adelantos al servicio del disfrute, el gozo, la satisfacción; elemento que une a la familia en vez de distanciarla. Hay sentido de comunidad en medio de las pantallas y los clics.

2- Trabajan en silencio. Cada quien enfocado en lo que hace, aunque hay espacio para esporádicos diálogos breves y en voz baja. No hay escándalo en esa mesa.

En un centro comercial en el que miles de pasos y voces se entremezclan a diario y crean un sonido tan confuso como el que producían los constructores de la fallida torre de Babel, una mesa de madera se transforma en el Edén del sosiego, el paraíso perdido de la calma en medio del barullo.

Tan importante como hablar y comunicar, es también callar y hacer pausas; regalarnos y obsequiar silencio. Algo así como la miel de la quietud en el panal que enmudece por las noches.

3- El respeto está siempre presente. Nunca he escuchado gritos, insultos, burlas ni amenazas en esa mesa; caso contrario, me preguntaría, parafraseando a don José Figueres Ferrer, ¿para qué pantallas sin consideración?

Se respira estima en ese ambiente, no se atenta contra la dignidad ajena. Tecnología para construir, no para pisotear.

Esa familia me invita a pensar…

4- Se vale consultar, pedir ayuda. De cuando en cuando las hijas se acercan a papá o mamá, les muestran lo que están haciendo y reciben realimentación (cierto, no los escucho pero hay códigos de la interacción humana fáciles de reconocer).

Me gustan los grupos donde hay apertura para solicitar apoyo, consejo, otro criterio, donde la gente se siente en libertad de preguntar y decir “no sé”, y donde también hay -en la otra cara de la moneda- personas dispuestas a ayudar, compartir sus conocimientos con generosidad, sumarse a la búsqueda de soluciones.

5- La consideración por los otros, pásala. Uno de los aspectos que más admiro y aplaudo (en silencio) de esta familia es el hecho de que siempre dejan la mesa tan limpia como la encuentran. Antes de marcharse, recogen vasos, platos, cucharas, tenedores, servilletas y bolsas en aras de que los siguientes usuarios de ese mueble encuentren la huella de gente civilizada que respeta a los demás.

No todos los clientes de Starbucks actúan así. Hay quienes dejan, con toda la frescura del mundo, las mesas en estado de chiquero: regueros de café, jugos, hielo, migajas y unos cuantos detalles más que denotan poca distinción y cortesía. No quiero imaginar cómo se comportan en sus casas.

Cierto, los atentos colaboradores de Starbucks se apresuran a limpiar y ordenar, ¿pero qué cuesta mostrar un poco de educación? No estamos solos en este mundo ni somos el centro del Universo.

6- Se cuidan y velan por otros. Cada uno de los integrantes de la familia tecnológica conserva el cubre bocas en todo momento. Asimismo, las hijas se aplican alcohol en gel en sus manos con notoria frecuencia.

7- Bienvenida la risa. En esa mesa hay tiempo para reír, sonreír, gozar, celebrar. Es una mesa muy balanceada y no me refiero a la firme estructura que la sostiene.

Esta familia, compuesta por padre, madre y dos hijas, se ha convertido en uno de mis momentos y panoramas favoritos en Lincoln Plaza.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación