Así era ese vecindario: tedioso, adormecedor, rutinario, soso, monótono, apagado, poco interesante.

Todos los habitantes pensaban igual.

No había diferencias de criterio en materia de modelo de desarrollo, tamaño del Estado, competencia comercial, aborto, sistema educativo, uniones de hecho, matrimonio entre personas del mismo sexo, privatizaciones, competitividad, monopolios, equidad de género…

Absoluta coincidencia cualquiera que fuera el tema.

Todos los residentes tenían idénticos gustos.

Coincidían cien por ciento en materia de comidas, restaurantes, colores, ropa, cine, música, lecturas, destinos para vacacionar, hoteles, marcas de carros, cortes de pelo, razas de perros y gatos, licores, cafés, carreras universitarias, aromas, frutas…

Absoluta coincidencia cualquiera que fuera el tema.

Todos los vecinos comulgaban la misma fe.

Creían en el mismo Dios, el mismo Diablo, los mismos ángeles, querubines y serafines, los mismos demonios, las mismas virtudes, tentaciones, pecados, mandamientos, bienaventuranzas, interpretaciones de la Biblia, dogmas, profetas, relato de la Creación y esperanza de vida después de la vida…

Absoluta coincidencia cualquiera que fuera el tema.

Todas las personas observaban el mundo con la misma visión.

Cero discrepancias en cuanto a perspectivas, apreciaciones, análisis, interpretaciones, disquisiciones, comparaciones, suposiciones, versiones, explicaciones, razonamientos, argumentos, justificaciones, causas, orígenes, excusas, exploraciones, descubrimientos…

Absoluta coincidencia cualquiera que fuera el tema.

Todos tenían los mismos sueños.

Nada, absolutamente nada, los diferenciaba en cuanto a deseos, aspiraciones, anhelos, fantasías, proyectos, utopías, quimeras, ilusiones, ideales, ambiciones, ansias, apetencias, metas, ficciones, caprichos, ensueños…

Absoluta coincidencia cualquiera que fuera el tema.

En fin, un barrio aburrido pues no había sorpresas, acertijos ni incertidumbres. Todo era predecible, adivinable, pronosticable.

Pero…

… un día uno de los habitantes se cansó de la uniformidad y pensó diferente, cultivó otros gustos, abrazó otra fe, se abrió a otras visiones y soñó diferente.

Desde entonces, aquel es un barrio atractivo, interesante, ameno, seductor, encantador, incitante, inspirador, emocionante. Bello como las discrepancias y las divergencias.

Jotade