Dos episodios de la vida real cuyos protagonistas optaron por dejarse llevar por sus impulsos en lugar de apostar a la comprensión y espíritu constructivo

Sucedió el viernes pasado: el inicio del evento virtual TEDx LlorenteWomen 2021, “¿Y ahora qué?”, estaba programado para empezar a las 9:00 a.m. en punto, pero se atrasó cerca de veinte minutos. La primera persona que escribió en el chat abierto al público, disparó su evidente malestar por la demora; compartió varios mensajes en ese sentido.

Cuando las organizadoras de la actividad explicaron, por ese mismo medio, que estaban tratando de solucionar un problema técnico para empezar pronto, la disgustada integrante del auditorio digital volvió a la carga con otro texto en el que preguntaba por qué el problema no se había resuelto antes.

Fue entonces cuando varias mujeres de la audiencia escribieron también para pedir calma y paciencia ante el imprevisto. Hubo quien señaló que en su experiencia planificando seminarios y conferencias enfrentaba con frecuencia situaciones inesperadas, por lo que pedía comprensión para quienes estaban lidiando con el contratiempo.

Esta situación me hizo recordar una incómoda vivencia personal que tuvo lugar en el estadio Alejandro Morera Soto hace quizá unos veinte años.

Resulta que un grupo de compañeros de trabajo nos pusimos de acuerdo para asistir a una nueva edición del clásico del fútbol nacional: Liga Deportiva Alajuelense versus Deportivo Saprissa.

En cuanto ingresamos en aquel escenario deportivo, vimos que las cuatro líneas de cal que marcaban el borde de la cancha estaban cubiertas por balones de color rojo y negro.

Minutos después los jugadores alajuelenses saltaron al terreno de juego y de inmediato empezaron a lanzar las bolas hacia las graderías como un obsequio para los aficionados.

Todos, incluso yo que soy saprissista, tratábamos de apañar alguna pelota.

Estábamos en eso cuando vi que el capitán manudo, Wilmer López, se acercó a la malla que separaba al público de la gramilla y le entregó una redonda en la mano a un hincha que vestía una camiseta rojinegra.

La pausa en tiempos de enojo nos ayuda a evitar situaciones que luego pueden causarnos pena y tener otras consecuencias.

Sin pensarlo dos veces y dejándome llevar por el impulso del disgusto, grité: “¡Chorizo! ¡Chorizo! ¡No se vale hacer trampa! ¡No se vale!”, pero quedé completamente mudo en cuanto el adulto que recibió el balón caminó hacia un niño que se encontraba en una silla de ruedas y le entregó la redonda.

Es la peor vergüenza que he pasado en un estadio. Me apena repasar ese episodio, pero lo hago porque lo considero pertinente a la hora de plantear la pregunta del título: ¿Y si hago una pausa en medio del malestar?

Dicho de otra manera: ¿Y si respiro antes de atacar? ¿Qué tal reflexiono en vez de apresurarme a criticar? ¿Por qué no hacer un alto en la ruta de mi enfado, respetar el Ceda, y actuar con cortesía en lugar de gritar con mi pitoreta?

¿Quién dice que no puedo controlar mis impulsos? ¿Acaso carezco de la capacidad para actuar educada y civilizadamente? ¿Soy una persona sin frenos, alguien a quien le resulta imposible guardar silencio durante algunos segundos o minutos?

La pausa en tiempos de enojo nos ayuda a evitar situaciones que luego pueden causarnos pena y tener otras consecuencias.

No solo eso, lo más importante es que los breves espacios de reflexión pueden llevarnos a asumir una actitud constructiva en la que a partir de la comprensión y la empatía -no el juicio ni el reproche- preguntemos ¿Qué sucede? ¿Será que puedo ayudar en algo? ¿Cómo dar una mano, aportar, sumar? ¿Puedo marcar diferencia con mi reacción? ¿Qué voy a hacer: construir o demoler?

De haber hecho una pausa reflexiva antes de proceder a disparar juicios y críticas, tanto la disgustada asistente al TEDx LlorenteWomen 2021, “¿Y ahora qué?”, como el impulsivo aficionado que fui yo en el Alejandro Morera Soto, no solo habríamos evitado el bochorno público sino que de alguna u otra manera habríamos podido contribuir con quienes necesitaban apoyo.

Una pausa a tiempo puede ayudarnos a sacar lo mejor de los seres humanos que somos.

Valga esta reflexión en un mundo donde hay días y momentos en los que el bondadoso y considerado Dr. Jekyll es opacado por el despiadado y descortés Mr. Hyde.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación