Cada vez que veo en la TV uno de esos anuncios que, en aras de vender productos “mágicos”, exagera de manera burda alguna situación cotidiana, pienso en esas voces que a diario tratan de vendernos una imagen apocalíptica de Costa Rica

De seguro que usted ha visto esos comerciales. Promocionan máquinas para sustituir los pesados y molestos ejercicios por rutinas fáciles y placenteras que pueden realizarse mientras se toma café con las visitas y se cuentan chistes, y sustituir los ineficientes y caros lavaplatos por un chorrito de gotas que eliminan la grasa de ollas y sartenes en un dos por tres, y le devuelven al hogar la paz primaveral y la sonrisa otoñal.

Asimismo, nos invitan a trocar las frustrantes y sacrificadas dietas por una crema que elimina llantas y rollos cada vez que nos atollamos con ella de pies a cabeza y quedamos como momias, y decirle adiós a los molestos y escandalosos ronquidos gracias a una super poderosa almohada que está causando sensación en Europa debido a que silencia hasta los suspiros (¡la reina Isabel II tiene una!).

Palabras más, palabras menos, es como si nos ofrecieran a los televidentes la lámpara maravillosa de Aladino, el libro de trucos de Harry Houdini, el ingenio de Tío Conejo o la varita mágica del hada madrina de la Cenicienta.

Imagine usted la voz del locutor de esos comerciales que presentan los problemas en blanco y negro, y las soluciones a color: “¿Cansado de vivir en un país en el que ya NADA funciona, TODO se echó a perder y no hay absolutamente NADIE honesto? ¡Llame ya y recibirá dentro de pocos días una nación completamente NUEVA, FUNCIONAL y libre de toda CORRUPCIÓN!”

Y, como si fuera poco, la oferta va más allá: “Los primeros 100 ciudadanos que llamen recibirán completamente gratis el Manual sobre cómo vivir en un país de VERDAD, un juego de anteojos para ver la nueva REALIDAD y un medidor de presión de aire para evitar que el cliente estalle de FELICIDAD.

No hay duda de que los productores de esos anuncios de televentas tienen claro que el drama vende; la tragedia, seduce; el desastre, atrae; la calamidad, engancha; la desgracia, llama la atención, y el apocalipsis, es un guiño irresistible.

Al mismo tiempo, saben que lo mágico hechiza; lo maravilloso, fascina; lo deslumbrante, embruja; lo mesiánico, enamora; lo novedoso, alucina, y la pomada canaria, hipnotiza.

Recuerdo que hace algunos años ofrecían una pluma fuente cuya punta metálica era tan fuerte que no se dañaba si el usuario lanzaba ese instrumento de escritura contra una pared -como si fuera un dardo-, lo clavaba en el escritorio o lo hundía en el piso de madera. Se trataba de un producto especial para gente descuidada y chambona que estaba cansada de perder estilográficas. Mensaje hiperbólico, exagerado, excesivo.

A esos anuncios suelo darles lo que llamamos un “perillazo”, pues me choca la forma tan grosera y ordinaria con que pretenden seducirnos y convencernos; menosprecian la inteligencia de los televidentes con cuentos e historias absurdas, disparatadas y ridículas, y soluciones “fáciles” para todos los problemas.

Lo mismo hago con las voces -provenientes de muy diversos sectores- que a diario tratan de vendernos una imagen apocalíptica de Costa Rica para que luego estemos dispuestos a comprar cualquier cosa, lo que sea.

Esos telemercaderes de la demagogia y el populismo ignoran, adrede, muchos de nuestros logros en materia de salud, educación, arte, ciencia, tecnología, electrificación, innovación, exportaciones, valor agregado, ambiente, atracción de inversiones y muchos otros etcéteras con los que nunca se les queda bien a los profetas del pesimismo.

Cierto, no vivimos en el país de las maravillas de Alicia, pero estamos lejos de morar en el infierno de Dante; no somos habitantes del huerto del Edén, pero tampoco residimos en el Apocalipsis de San Juan.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Asesor en Comunicación
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