No me cabe la menor duda, esa niña es una criatura feliz pues se sabe amada, valorada y respetada

Desconozco si es la mamá, una tía o alguna de las abuelas. Lo que sí tengo claro es que cada mañana ella agrega un ladrillo en una hermosa (y tierna) obra de construcción: estimular a una niña que en cualquier momento empezará a hablar.

Esta vecina se sienta todos los días en las gradas de cemento de su casa, un aula al aire libre y contigua a un jardín, y le enseña a una dulce y simpática criatura palabras como “papá”, “mamá”, “gracias”, “hola”, “flor”, “lluvia”, “Sol”, “buenos días”, “con permiso”, “por favor” y “hasta luego”.

Tales lecciones, que escucho a través de las celosías de mi estudio, se han convertido en uno de mis momentos cotidianos favoritos.

Disfruto mucho escuchando la voz cariñosa, mimosa y suave con que esta señora instruye a su ¿hija?, ¿sobrina? o ¿nieta?

Cada clase dura al menos una hora e incluye, además, canciones infantiles como aquella que dice: “Za-pa-ti-to co-chi-ni-to cam-bia de pie”.

Esta mujer, que edifica para el presente y el futuro, le enseña a su alumna nombres de frutas (“liiiii-mónnnn”, “mannnnn-za-naaaaa”, “ba-naaaaaa-nooo”), animales del barrio (“peeeee-rrrroooo”, “gaaaaaa-toooooo”, “páaaaa-ja-rooooo”) y vehículos (“caaaaa-rrrroooo”, “moooooo-toooo”, “biiiiii-ciiiiii”).

Sin gritos ni reproches

Desde la silla de mi escritorio alcanzo a escuchar aplausos, risas, felicitaciones y una serie de balbuceos que uno de estos días se convertirán en palabras. Cero gritos, ninguna expresión de reproche.

Siempre que me ve, esa niña me regala una hermosa sonrisa. No me cabe la menor duda, es una criatura feliz pues se sabe amada, valorada y respetada.

Admiro a esa ¿mamá?, ¿tía? o ¿abuela? porque está formando un ser humano agradecido, educado, respetuoso, dichoso y que sabe cantar y jugar.

Esa señora tiene claro que para construir un mundo mejor tenemos que comenzar por influir positivamente en lo que está a nuestro alcance, lo que forma parte de nuestro entorno.

“¡Qué labor más maravillosa realiza esa señora! ¡Qué belleza!”, me dijo mi madre cuando se quedó unos días en mi casa hace pocas semanas.

Un hermoso acto de construcción. ¿Verdad que sí?

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente