Debemos tomar conciencia de la magnitud del problema. De lo apremiante del momento y la urgencia de tomar las medidas que demandan las circunstancias

Por José Alberto Solís (*)

En el contexto de la crisis sanitaria por el COVID-19 que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), se ha convertido en una crisis económica de dimensiones globales, y en medio de una economía costarricense que se debate entre grandes desequilibrios estructurales y enormes dificultades para tomar medidas efectivas, hemos visto pasar sobre la mesa todo tipo de propuestas que prometen alcanzar la alquimia del éxito en materia económica.

Las propuestas surgen de todos los frentes. Desde diferentes posturas ideológicas, agrupaciones políticas y gremios organizados, hasta pensamientos teóricos enfrentados. Se discute si el costo del ajuste debe recaer sobre el sector público o el sector privado; si se echa mano a los recursos del FMI, a las reservas monetarias del Banco Central de Costa Rica o a las 60 toneladas de oro de Crucitas; si sólo se incrementan los ingresos vía nuevos impuestos o se recorta el gasto de manera dramática; si bajamos la jornada laboral de los funcionarios públicos o gravamos la renta de los sectores más ricos.          

El Gobierno, por su parte, presentó el documento Plan para superar el impacto fiscal de la pandemia: Propuesta para negociar con el FMI, que pretendía ser una guía para la discusión en la Asamblea Legislativa, ante la posibilidad de suscribir un Servicio Ampliado con el FMI, el cual permitiría acceder a fondos por $1.750 millones. Sin embargo, la propuesta no fue bien reciba por una gran mayoría de los sectores del país, incluida la clase política, lo que obligó al Gobierno a retirarla de manera definitiva.

La sociedad que queremos

Ante ese crisol de ideas y posibles soluciones, y enfrentados a una incertidumbre exacerbada, debemos hacer un alto en el camino para reflexionar sobre el tipo de sociedad que queremos construir, un ejercicio de repensar el país, un esfuerzo por fijar una hoja de ruta que le permita a las autoridades mantener la estabilidad macroeconómica, bajar el déficit fiscal, darle sostenibilidad a la deuda, lograr una reactivación económica sostenida, y asegurar el esquema de protección social como garantía para las personas.  

¡Vaya tarea! Sobre todo porque la agenda debe de ser consensuada entre el Gobierno y las principales bancadas legislativas para que sea robusta y creíble, en una coyuntura donde lo evidente es la dispersión de esfuerzos por el inicio de una campaña a destiempo, que no es más que el reflejo de la naturaleza febril y mezquina de nuestros políticos. Aunque lo peor sería que no se haya percibido la verdadera magnitud del problema y que amenaza con convertirse en una crisis de dimensiones insospechadas.

En la psicoterapia Gestalt uno de los conceptos básicos relacionados con el trabajo psicoterapéutico es el proceso llamado “Darse cuenta” o  “Toma de Conciencia”. Es un proceso que le permite al sujeto percibir qué está ocurriendo en su vida y en la interacción con los demás y, a partir de esa toma de conciencia, asumir la responsabilidad de ella (Stevens, J., 1992). Si pedimos prestado este proceso y lo extrapolamos a la economía, podríamos darnos cuenta de la magnitud del problema. De lo apremiante del momento y la urgencia de tomar las medidas que demandan las circunstancias.

La estabilidad se podría perder

La economía costarricense sigue presentando condiciones macroeconómicas favorables. Esto permitió que las autoridades monetarias mantuvieran una política expansiva y contracíclica, sin poner en riesgo el logro de una inflación baja y estable. En efecto, durante el primer semestre de 2020, la inflación general se mantuvo por debajo del rango de tolerancia para la meta de inflación y las presiones desinflacionarias se acentuaron, principalmente, por la baja inflación mundial y la contracción de la demanda agregada, factores asociados a la pandemia por COVID-19.

Asimismo, la tasa de política monetaria acumuló una reducción de 200 puntos base, hasta alcanzar un nivel de 0,75% anual, el mínimo histórico de este indicador, con lo cual se procuró propiciar la baja de las tasas de interés en el sistema financiero. En lo que respecta al mercado cambiario, no se han presentado eventos de tensión importantes, a pesar de efectos adversos a nivel mundial y local por la pandemia del COVID-19. Mientras los agregados monetarios amplios siguen mostrando un crecimiento moderado, congruente con la contracción de la actividad económica.

Hasta este momento, el Banco Central de Costa Rica ha podido mantener la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, bajo un régimen de dominancia fiscal, como el actual, se puede perder autonomía en el control de la inflación, especialmente, en circunstancias de insostenibilidad de las finanzas públicas. La literatura económica reconoce que la política monetaria podría enfrentar serias limitaciones para controlar la inflación, en un entorno donde situación fiscal es insostenible.

El momento es ahora

En un estudio realizado por el Departamento de Investigaciones Económicas del Banco Central sobre el límite natural de la deuda para la economía costarricense (Chaverri, 2016), se definió el umbral a partir del cual mayores niveles de endeudamiento no serían coherentes con un compromiso creíble de pago. Los resultados obtenidos en ese momento (2016) indicaron que si la deuda del Gobierno Central como proporción del PIB se ubicaba en valores superiores al 48,6%, ante choques adversos que afecten las finanzas públicas, la credibilidad en la capacidad del Gobierno de mantener su solvencia estaría comprometida, puesto que los ajustes fiscales requeridos serían muy altos.

Cuatro años después ese indicador no sólo superó el límite natural de la deuda al llegar a 64,8% (agosto, 2020), sino que a partir de marzo pasado sufrimos la madre de todos los choques adversos (pandemia del COVID-19), formando así la “tormenta perfecta” para el deterioro de las finanzas públicas. En efecto, el financiamiento neto total del Gobierno Central alcanzó la cifra escalofriante de ¢2.007.063 millones (USD 3.490 millones) lo que representa un 5,82% del PIB. Si consideramos los datos del sector público no financiero, el resultado sería mucho más dramático.

En este momento hay que acordar lo fundamental. El problema es que cuando se necesita acuerdo y lealtad con el país, algunos grupos que invocan representar al pueblo, buscan confrontación. Los últimos eventos de la sociedad costarricense dan cuenta de la mezquindad que se ha apropiado del alma de los ticos. Nadie quiere aportar a la solución del problema fiscal: el sector público busca mantener el “status quo”, el sector privado, muy golpeado por la crisis, se resiste a pagar más impuestos, el Gobierno clama por más recursos sin hacer un esfuerzo verdadero en recortar el gasto y las bancadas políticas, le huyen a cualquier clase de costo político ante las medidas antipopulares que se requieren. 

Esta es una la oportunidad para que la sociedad, en general, y los grupos políticos en particular, se den cuenta que el momento no está en febrero de 2022, sino que está aquí y en el ahora, para seguir parafraseando a los seguidores de la Gestalt.

(*) José Alberto Solís es licenciado en Economía por la Universidad Nacional, y M.Sc. en Comercio Exterior por el Centro Internacional de Política Económica (CINPE). Desde 1992 trabaja en el Banco Central de Costa Rica; primero en la División Económica (1992-2011) y actualmente en el Despacho de la Secretaría General.

Referencias documentales del artículo:

Stevens, J. (1992). El “darse cuenta: sentir, imaginar, vivenciar”. Chile: Cuatro Vientos.

Banco Central de Costa Rica, DOCUMENTO DE TRABAJO Nº 008 | 2016 Límite natural de deuda para la economía costarricense Carlos Chaverri Morales.