Hay quienes piensan que si el 5 de enero algo no les sale bien, eso significa que mayo, el quinto mes del año, les será difícil… ¡El determinismo en todo su apogeo!

Por Albam Brenes Chacón (*)

Es usual que cuando niños recurramos a lo que suele llamarse “pensamiento mágico”, como por ejemplo la idea de que ciertos personajes o fuerzas misteriosas o sobrenaturales nos protegerán o nos ayudarán en diferentes vicisitudes de la vida.

Y es fácil suponer que ese sea el origen de determinadas costumbres y tradiciones de carácter un tanto fantasioso que con frecuencia siguen vigentes el resto de la vida.

Diversos ejemplos de lo anterior podemos verlos durante las celebraciones del fin de año en países como el nuestro (básicamente de tradición cristiana), e incluyen variadas manifestaciones de pensamiento mágico bastante conocidas y difundidas.

Para comenzar, mucha gente asume que el intercambio de regalos es una responsabilidad absolutamente impostergable en esa época. Muchos, sin importar la edad, actúan como si su propia tranquilidad y estabilidad emocional dependieran de haber dado la clase y cantidad de regalos apropiada, a la gente apropiada y en la fecha apropiada. De no hacerlo, sufren por el rechazo y críticas que sin duda recibirán.

Igualmente mágicas resultan otras costumbres. Hay quienes que se apuran a comer 12 uvas al ritmo de las campanadas de la medianoche, dizque para garantizar que todo el año tendrán comida. O a conseguir 12 monedas de bajo monto (eventualmente regaladas por igual número de personas), para mantener alejada la pobreza en los meses venideros.

Una maleta vacía

No faltan aquellos que salen a dar una vuelta a la manzana donde está construida su casa, llevando una maleta vacía en la mano, para “atraer” la suerte de viajar mucho en el año que empieza; o por lo menos colocan una manzana en medio de la sala de su casa, y caminan varias veces alrededor de ésta llevando una maleta vacía. Tampoco faltan quienes deciden comenzar el primer día de año nuevo usando ropa interior amarilla para atraer el dinero, o roja para atraer el amor.

También están quienes congestionan los medios de comunicación de toda clase, enviando mensajes de saludo y felicitación que se consideran impostergables, porque si no se hacen en ese momento, es mejor no hacerlos. O los que ponen mucha atención a las llamadas “pintas del año que comienza”, por lo que consideran determinantes los primeros 12 minutos, o 12 horas o 12 días. Por ejemplo, si el 5 de enero algo no le sale bien, eso significará que mayo, el quinto mes del año, les será difícil. (O sea, ¡el determinismo en todo su apogeo!).

Por supuesto, muchos aprovecharán esos momentos cruciales para pensar seriamente en algunas metas significativas para el año que tienen por delante: iniciar o retomar ciertos estudios, cambiarse de casa o de trabajo, conseguir pareja, reconciliarse con ciertos amigos o familiares, hacer un viaje deseado, u otras cosas por el estilo.

Y aunque parezca extraño, también en este caso podríamos hablar de pensamiento mágico, considerando la naturaleza de algunas de las metas que se proponen.

Concretamente, casi todas ellas podrían plantearse en cualquier época del año, sin importar si es navidad o fin de año. A fin de cuentas estas son celebraciones que pueden variar según zona geográfica, circunstancias económicas familiares, creencias religiosas, convicciones políticas o filosofías de vida, como se deduce de ejemplos como los siguientes.

El 24 o el 25 de diciembre son días de importancia religiosa en la tradición cristiana, porque se asocian al nacimiento de Jesús. Pero obviamente no tienen ese mismo significado dentro las tradiciones judía, o musulmana, o budista, que son seguidas por millones de millones de habitantes de este planeta. Obviamente, esto también significa que para esa gran población no tiene un significado especial que en sus casas haya una cierta decoración navideña especial con énfasis en colores rojo y verde, o que haya un Santa Claus, o un San Nicolas, o unos Reyes Magos que traigan regalos para los niños.

Judíos, musulmanes y budistas

Algo parecido es con respecto a la celebración del Año Nuevo, nuestro hoy flamante 2021. En el caso de los judíos, su celebración del Año Nuevo 5780 se había llevado a cabo entre el 18 y el 20 de setiembre. Los musulmanes, por su parte, celebraron su Año Nuevo 1441 el miércoles 19 de agosto y el día siguiente, jueves 20. Por su parte, el Año Nuevo de algunos budistas (al menos los tibetanos) será el 2147 y se celebrará el 25 de enero.

Sin duda alguna, cada uno de estos grupo hace celebraciones muy distintas de las nuestras. No necesariamente decoran sus casas como nosotros, ni comen tamales, pollo o pierna de cerdo, ni están pendientes a la estación de radio que va transmitiendo los minutos o segundos faltantes en cuenta regresiva, con la canción Yo no olvido el año viejo como música de fondo.

Y tampoco hay duda de que “sus pensamientos mágicos” también deben estar llenos de temas distintos a los nuestros. Tendrán sus costumbres o tradiciones equivalentes para manifestar sus deseos de salud, amor, prosperidad o éxito. Pero pueden que sean tan distintas como el número del nuevo año que celebran: 5780, 1441 o 2147.

Por todo lo anterior, añoremos el encanto de las celebraciones de fin de año en nuestro país, pero no nos dejemos seducir por la fantasía y la magia que se asocian a ellas. Después de todo cualquier día del año (cristiano, judío, musulmán, budista, o lo que sea) puede ser bueno para proponernos la meta de esforzarnos por mejorar en todo sentido nuestro nivel de vida, y el de nuestros seres queridos.

Dr. Albam Brenes Chacón, psicólogo clínico pensionado.