¿No les resulta agotador y frustrante vivir en un país que muchas veces parece una tienda de problemas? ¿No les llama más la atención ser parte de una nación que se asemeje más a un almacén de soluciones?

Ha amasado una considerable fortuna vendiendo problemas. Obstáculos, dificultades, inconvenientes y dolores de cabeza son adquiridos como pan caliente por una clientela siempre sedienta de malas noticias.

Pesimismo, fatalismo y derrotismo son sus productos estrella. El mercado espera con ansias el lanzamiento de las nuevas mercancías de estas líneas.

Esos bienes, producidos con males, se ofrecen en muchos negocios pero en las tiendas que más suenan las cajas registradoras gracias a tales artículos son Apocalypse Now, El rincón de las hecatombes, Fábrica de tragedias y El bodegón de las calamidades.

Aquel exitoso comerciante mercadea y expende problemas para todos los gustos: políticos, económicos, financieros, sociales, legales, urbanos, religiosos, deportivos, aduanales, agropecuarios, académicos, municipales, gremiales, institucionales, burocráticos, internacionales, etcétera.

Los voraces bolsillos de ese hombre de negocios se llenan con dinero producto del comercio de contratiempos familiares y vecinales, sicológicos, psiquiátricos, sexuales, existenciales, de autoestima, salud y, sumamente demandadas, las preocupaciones imaginarias.

Y bueno, como nunca falta gente a la que le gusta exhibir los inconvenientes que sufre a diario, de cuando en cuando el vendedor de problemas ofrece tropiezos de colección. Se trataba de piezas finamente elaboradas y que se colocan dentro de urnas de cristal para su respectiva exposición.

Dentro de ese concepto se fabrican también los habituales escollos que utilizan gobiernos y organizaciones para lavarse las manos y justificar atrasos, fracasos y promesas incumplidas.

Todo un maestro en el arte de crear y vender problemas de todos los tamaños, colores y sabores (¡catálogo envidiable!). Cada uno de ellos debidamente empacado en bolsas y cajas que dan cuenta de los ingredientes utilizados en la elaboración de los productos; entre ellos, alarmismo, histeria, noticias falsas, conclusiones apresuradas, envidia, mezquindad y cálculos malintencionados.

Cada recipiente contiene un manual de instrucciones pues cada dificultad requiere ser administrada de manera particular. No es lo mismo utilizar un inconveniente fabricado para buscar chivos expiatorios que uno producido para frenar ideas ajenas u otro creado para impedir el desarrollo.

¿Qué tal si en las comunidades le prestamos más atención a los vecinos propositivos que a los negativos?

¡Vaya negocio se le ocurrió a este individuo! ¿Quién va a resistir la tentación de adquirir un bien que no tiene fecha de vencimiento pues los problemas no caducan y, además, se revende fácil y a buen precio?

Pero, ¿y si nos decidimos a dejarlo sin trabajo?

La solución es sencilla: sustituir la compra de problemas por la adquisición de soluciones. ¿Acaso no se trata de un mejor negocio, más rentable? ¿No les parece más sensato invertir en soluciones que repercuten de manera positiva en la calidad de vida en lugar de malgastar en problemas que nos estancan?

¿Por qué no soñar con contenedores, estantes, vitrinas, cajas, bateas y canastos repletos de ideas, propuestas, visiones, proyectos, innovaciones, aspiraciones, buenas intenciones, propósitos, respuestas, remedios, aportes, acuerdos, arreglos, progresos?

¿No les resulta agotador y frustrante vivir en un país que muchas veces parece una tienda de problemas? ¿No les llama más la atención ser parte de una nación que se asemeje más a un almacén de soluciones?

Costa Rica ha demostrado ser tierra de gente creativa, ingeniosa, inteligente, imaginativa, emprendedora y con mucha iniciativa, por lo que insumos sobran para construir, componer y levantar. ¿Qué tal si hacemos un cambio de chip en materia de actitud y voluntad?

Sí, ¿qué tal si respaldamos más al político que propone soluciones concretas que al que se conforma con diagnosticar problemas harto conocidos? ¿Qué tal si en las comunidades le prestamos más atención a los vecinos propositivos que a los negativos? ¿Qué tal si en las organizaciones le abrimos más espacio a los caminos que a los laberintos?¿Qué tal si en los sindicatos y cámaras empresariales hablamos más de planteamientos que de quejas?

Repito: ¿Y si dejamos sin trabajo al ETERNO vendedor de problemas?

¿Y si hacemos buenos negocios con el vendedor de soluciones?

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector del periódico El Financiero
Consultor en Comunicación