Aprendamos, de una pluma privilegiada, a expresar, decir, transmitir, divulgar mensajes que tejen conexiones con nuestros públicos. Vale la pena repasar estas nueve recomendaciones

12 consejos para escribir y comunicar mejor. Es el título del artículo que publiqué el 10 de mayo pasado, a partir de los excelentes hábitos de redacción de la escritora húngara Agota Kristof (1935-2011) que descubrí en sus novelas Claus y Lucasy Ayer.

Hoy, 10 de junio, le toca el turno a otra brillante novelista: la francesa Violette Leduc (1907-1972), quien me tiene atrapado en las páginas de La bastarda, cuyo prólogo corrió por cuenta de la filósofa, escritora y feminista Simone de Beauvoir.

Comparto 9 fortalezas de su escritura que pueden ayudarnos a ejercer y afinar el difícil arte de la comunicación.

Primero. Escriba frases y oraciones que provoquen una reacción importante en la audiencia; por ejemplo, asombro, alarma, incomodidad, risa, enojo o curiosidad. Teja palabras de modo que no solo sean leídas o escuchadas, sino que llamen la atención en medio de la jungla de mensajes en que vivimos. Por ejemplo: “Cuando reía, su boca no participaba de la alegría”.

Segundo. Si hay que repetir una palabra, se repite. Está bien buscar o pensar en sinónimos, pero tampoco hay que rebuscar tanto que al final el público no entienda o el mensaje le resulte ambiguo. A veces no hay de otra, hay que reiterar un término; no hay de otra. En un párrafo de la página 113 (edición Capitán Swing), Leduc escribió cinco veces el vocablo “no”; fue una acertada decisión, pues la iteración no molesta.

Tercero. Aportar detalles puntuales es una excelente fórmula para no distraerse o desviarse del mensaje central. “Pasamos junto a un barrendero”, dice en la página 111, así, sin entrar en minucias que desenfocan. Un dato breve sirve para dejar respirar a la audiencia, invitarla a reflexionar o simplemente romper con la monotonía del mensaje.

Cuarto. Siempre hay que cuidar el inicio y el final de lo que se comunica. Tan importante es la la llave que abre como la que tranca. Primeras palabras de La bastarda: “Mi caso no es único: tengo miedo de morir y me desgarra estar en el mundo”, y las últimas: “Es fuego que la soledad pone sobre mi boca”; ¿verdad que invitan a leer, pensar, masticar los vocablos? El tejido de la comunicación depende en gran medida de la primera y la última puntadas. ¡Que no se le deshilache el mensaje!

Quinto. Hay que echar mano a temas o conceptos que conecten con la condición humana (amor, odio, obsesión, dolor, pasión, alegría, etcétera). Nuestra audiencia es gente de carne y hueso, personas con alma, seres humanos con sueños, temores, bondad, egoísmo…

Sexto. Cultive una voz propia. Atrévase a encontrar y pulir un estilo particular. Rompa con los moldes de la rutina y lo convencional. Su público debe ser capaz de imaginar al autor del comunicado por su forma de expresar. No sea una voz del montón, ¡distíngase!

Sétimo. El sentido del olfato es un buen aliado de la comunicación. ¿A quién no le dicen algo los olores, no le transmiten algo los aromas, no le despiertan algo los perfumes? “París huele a axila perfumada” y “¿Podré o no reproducir ese olor de narciso marchito del metro?”, dos citas de la página 130. Eso sí, no se quede solo con el olfato, sáquele provecho a todos los sentidos. De usted depende que el mensaje despierte a la audiencia, la haga sentir viva.

Octavo. Apele al lector. Háblele de manera directa. En varias oportunidades, Leduc escribió la palabra “lector”. Página 234: “Lector, no dejes de seguirnos”. Comunicar es elaborar conexiones.

Noveno. Sáquele partido a las personas conocidas, menciónelas, cítelas. En La bastarda aparecen los nombres de figuras como Pitágoras, Fred Astaire, Joan Crawford y Louis Armstrong, entre otras. El lector se identifica y siente atraído por personas conocidas.

Aprendamos de Violette Leduc. Aprendamos de una pluma privilegiada.

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José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista con 35 años de experiencia
Asesor en comunicación