Al empresario británico Joseph Bruce Ismay (1862-1937) se le recuerda como un hombre que pensaba en grande, estudioso, inteligente, con visión de mundo y generador de buenas ideas para los negocios.

Hasta ahí, todo bien.

Sin embargo, en la noche del 14 de abril de 1912 se aprovechó de su condición de presidente de la línea de barcos de vapor White Star Line, propietaria del RSM Titanic (que se construyó por iniciativa de Ismay), para ocupar un puesto en uno de los botes salvavidas durante el naufragio de ese trasatlántico.

De esa manera, sin la debida autorización y violando la orden del capitán Edward Smith de que “mujeres y niños primero”, se puso a salvo a costas de la vida de alguna otra persona.

Ismay no solo se olvidó de la caballerosidad británica, sino que abandonó a su tripulación y a una importante cantidad de clientes cuando más necesitaban de su compañía y apoyo. Estuvo presente, durante los cuatro días de travesía para exhibir su orgullo ante quienes viajaban en primera clase, pero ausente en las horas finales del navío.

En momentos de crisis olvidó actuar con la grandeza y entereza de un verdadero líder y se comportó como el típico ¡sálvese quien pueda!

L@ invitamos a leer la nota El Titanic nos habla del peligro de la arrogancia, que publicamos ayer: https://gente-divergente.com/el-titanic-nos-habla-del-peligro-de-la-arrogancia/

Haber sobrevivido a esa tragedia le valió severas críticas que lo acompañaron durante los último veinticinco años de su vida.

Las primeras muestras de reproche las enfrentó a bordo del barco que rescató a los sobrevivientes: el Carpathia. Una vez a bordo, el magnate tuvo que soportar miradas de desprecio y enojo.

Después fue duramente condenado por la prensa estadounidense y británica. Algunos periódicos lo llamaban “J. Brute Ismay” (J. Bruto Ismay). Su actitud inspiró gran cantidad de caricaturas y el que se le etiquetara como uno de los mayores cobardes de la historia.

El 30 de junio de 1913, este empresario renunció a la presidencia de la White Star Line y la International Mercantile Marine Company.

Se cuenta que uno de sus nietos le preguntó, durante las fiestas navideñas de 1936, si alguna vez había naufragado. La respuesta: “Sí, una vez estuve en un barco que se creía insumergible”… posiblemente en algún momento de su existencia Ismay creyó que su liderazgo también lo era.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente