En materia de salud mental las victorias no son definitivas. Necesitamos buscar ayuda las veces que sea necesario

“Tampoco somos Batman, Aquaman o Spiderman. No somos ningún superhéroe, sino seres humanos frágiles que necesitamos ayuda para enfrentar los problemas. Si no aceptamos esto vamos a tener crisis de salud”.

Esas palabras formaron parte de la última conversación que tuve con mi tío Augusto Rivera. El encuentro, en el que también estuvo presente mi prima Laura Patricia González Guevara, tuvo lugar en un restaurante ubicado a pocos metros del mar de Puerto Limón.

Aquel diálogo sabatino me sacudió de pies a cabeza, pues tenía frente a mí, al otro lado de la mesa, a un hombre al que siempre había visto lleno de fuerza, energía, ímpetu, imparable e inagotable.

Sí, el tío loco siempre lleno de sueños y proyectos, el que nunca se detenía, aquel que trabajaba de día y de noche, durante la Nochebuena y la noche de Año Nuevo. Con el pie hundido en el acelerador de la vida, jamás en el freno. Todo el tiempo moviéndose y actuando.

Toda la vida contemplando a aquella mariposa inquieta, el espectáculo del revoloteo, y de repente descubro que se transformó en crisálida, homenaje a la quiescencia.

El plato fuerte de aquel almuerzo fueron los consejos de tío Augusto, quien utilizó un vocabulario que nunca le había escuchado: vulnerabilidad, debilidad, limitaciones, pausa, respiro, introspección, apoyo, solidaridad.

Recordé aquel encuentro caribeño el pasado 19 de octubre, cuando leí en Viva, de La Nación, un artículo en el que Marcela Ugalde, actriz costarricense, se refiere al abrupto alto en el camino que tuvo que hacer para enfrentar una crisis de salud mental que se manifestó en ansiedad severa, estrés crónico y mucha debilidad.

“Yo me cansé de ser fuerte. Siempre hay que estar sacando la tarea. Pasé por situaciones personales complicadas y no me permití expresar mis emociones, las fui tapando para seguir luchando”, manifiesta.

“Ahorita estoy con terapia psicológica y con médico psiquiatra”… hay que ser valiente para reconocer esto en un mundo en el que se suele aparentar fortaleza, dominio, control, éxito y felicidad.

Confesó, además, que llegó a sentirse como en un hueco, desmotivada, sin fuerzas y con mucho cansancio, en parte por la presión económica a que la condujo la falta de trabajo producto de la pandemia. Ella no imaginó gigantes como lo hizo don Quijote en el Campo de Montiel; enfrentó al cruel Goliat del desempleo.

“Ahorita estoy con terapia psicológica y con médico psiquiatra”… hay que ser valiente para reconocer esto en un mundo en el que se suele aparentar fortaleza, dominio, control, éxito y felicidad.

Yo, el autor de estas líneas, sé lo que es sufrir un ataque de ansiedad. Pasé por esa amarga experiencia hace unos cuatro años. Lo primero que hice fue acudir a una cardióloga, pues creía que el problema estaba en el corazón, pero terminé siendo atendido por una psiquiatra, pues el origen de la crisis estaba en mi cabeza.

No me sentía en paz en ningún lugar. Me daba pánico dormir solo. Sospechaba que el corazón iba a detenerse en cualquier instante. Me sentía agobiado, triste, agotado, desmotivado. Miedo, esa era la palabra clave.

Afortunadamente busqué ayuda y logré superar el embate con ayuda profesional, consumo temporal de psicotrópicos, ejercicio, respiración consciente, apoyo de la familia y amistades, cambios de alimentación.

Tengo claro que en materia de salud mental las victorias no son definitivas y sé que necesito buscar ayuda porque en estos tiempos tan difíciles he recordado que no soy ningún superhéroe, sino un ser humano frágil que necesita ayuda para enfrentar los problemas.

Como dice Marcela Ugalde, hay que aprender a escuchar los mensajes del cuerpo, las alertas de nuestro organismo, la voz de los detenonantes.

No juguemos de fuertes (se vale caer, quebrarse). Pidamos ayuda.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación