Por María Antonieta Chaverri (*)
MOSAICO HUMANO

Hace varios años, como parte de un proceso de discernimiento para un cambio relevante de carrera, pedí una cita a don Harry Strachan, un exitoso hombre de negocios, exrector de Incae, líder formador de líderes, inspirador por su legado a través del servicio. 

En la conversación llegamos al tema de misión de vida, concepto que él comparó con un mosaico (años más tarde me contó que la analogía era de su estimable esposa, artista con una profunda sensibilidad social y humana). 

Se refería a que cada vivencia es una pieza del gran mosaico que va formando nuestro propósito. 

Conecté de inmediato con el concepto porque me había dedicado a múltiples estudios, actividades y funciones y estaba pensando hacer otro cambio, por lo que temía que el nuevo paso pudiera ser reflejo de inestabilidad. 

Después de ese encuentro, confirmé que siempre una experiencia complementa a la otra y juntas van creando un hilo conductor que, al saber identificarlo, da sentido y razón de vivir.

Desde entonces el concepto de mosaico me acompaña y lo he ido nutriendo y adaptando para comprender no sólo a las personas, empezando por mí misma, sino a los seres humanos en convivencia. 

“Es clave la manera en que se colocan y acoplan piezas que son únicas pero todas aportan al conjunto. Lo mismo ocurre en los individuos con cada una de sus características personales y, en las organizaciones, con todos sus miembros”.

Cada uno de nosotros es un mosaico con sus experiencias, creencias, personalidad, emociones, comportamientos y contradicciones. Las familias, las organizaciones, las comunidades, todas son mosaicos humanos y la sociedad global, con esta analogía, no es más que un mosaico de mosaicos.

La belleza de estos elementos decorativos artesanales a lo largo de la historia, sean de lejano o medio oriente, romanos, bizantinos, coloniales, o de cualquier otro origen; depende del diseño creativo, que debe ser viable con base en materiales disponibles en cada contexto. 

También es clave la manera en que se colocan y acoplan piezas que, aunque con frecuencia se parecen, son únicas y todas aportan al conjunto. 

Lo mismo ocurre en los individuos con cada una de sus características personales y, en las organizaciones, con todos sus miembros.

Sirva Mosaico humano como un espacio para valorar y celebrar la riqueza interna de cada individuo y la diversidad en todos los ámbitos de interacción humana (al hablar de diversidad me refiero en el más amplio sentido de la palabra; incluye, por ejemplo, diversidad cognitiva, de esquemas de pensamiento, cultural, funcional o demográfica). 

Sirva también para reflexionar sobre la auto aceptación, el valor de la inclusión, el respeto, la apreciación y la convicción de que todos tenemos y debemos aportar algo para ser creadores de una mejor sociedad. 

Finalmente, profundizaremos en el rol del liderazgo (propio y de otros) que es esencial para armar los más significativos mosaicos, no desde lo matemático, sino desde la sensibilidad del artista donde se valoran y potencian todos los elementos. 

(*) María Antonieta Chaverri es una apasionada de temas relacionados con la creación de valor en la sociedad a partir de las experiencias humanas, la conciencia de la interdependencia y la complementariedad del potencial de las personas. Es Coach de liderazgo trascendente, formadora de mentores y asesora para empresas y organizaciones de diferentes sectores en temas como alineamiento estratégico, liderazgo, transformación cultural y diversidad e inclusión.